Sábado 29 de marzo
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Jeremías 9:23, 24; Salmos 139:1–6; Daniel 12:4; Apocalipsis 22:10; 2 Timoteo 3:15–17; Hebreos 4:12.
Desarrollo de los textos para esta semana:
📖 Jeremías 9:23–24
23 Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría,
ni en su valentía se alabe el valiente,
ni el rico se alabe en sus riquezas.
24 Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar:
en entenderme y conocerme,
que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra;
porque estas cosas quiero, dice Jehová.
📖 Salmos 139:1–6
1 Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
2 Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme;
Has entendido desde lejos mis pensamientos.
3 Has escudriñado mi andar y mi reposo,
Y todos mis caminos te son conocidos.
4 Pues aún no está la palabra en mi lengua,
Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.
5 Detrás y delante me rodeaste,
Y sobre mí pusiste tu mano.
6 Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí;
Alto es, no lo puedo comprender.
📖 Daniel 12:4
Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin.
Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará.
📖 Apocalipsis 22:10
Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro,
porque el tiempo está cerca.
📖 2 Timoteo 3:15–17
15 y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras,
las cuales te pueden hacer sabio para la salvación
por la fe que es en Cristo Jesús.
16 Toda la Escritura es inspirada por Dios,
y útil para enseñar, para redargüir, para corregir,
para instruir en justicia,
17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra.
📖 Hebreos 4:12
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz,
y más cortante que toda espada de dos filos;
y penetra hasta partir el alma y el espíritu,
las coyunturas y los tuétanos,
y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
PARA MEMORIZAR: “ ‘Sino alábese en esto el que se haya de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy el Señor, que actúo con bondad, justicia y rectitud; porque eso me complace’, dice el Señor” (Jer. 9:24).
Como acerca de casi todo en las Escrituras, los cristianos discrepan respecto de la interpretación de las profecías bíblicas, lo que inclina a muchos a pensar que no vale las pena intentar entenderlas. Después de todo, si los cristianos luchan entre sí acerca de cada jota y tilde de las profecías, ¿qué validez puede haber en ellas? Por desgracia, incluso muchos creyentes consideran que algunos libros de la Biblia, como el Apocalipsis, son incomprensibles y los evitan, pensando que estudiar la profecía provoca más problemas que los que resuelve. No siempre fue así. Durante los primeros 18 siglos de la historia cristiana, la mayoría de los cristianos se sentían muy cómodos con la profecía bíblica y había un sorprendente nivel de acuerdo acerca de cuáles eran sus mensajes clave. Así es como Dios quería que fuera: “Les ruego hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que hablen todos una misma cosa y que no haya entre ustedes divisiones. Antes, estén perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer” (1 Cor. 1:10). Esta semana exploraremos algunos principios que permiten una comprensión coherente y fiable de la profecía.Agregue la descripción de tu producto que será útil para sus clientes. Agregue las propiedades exclusivas de tu producto que harán que los clientes quieran comprarlo. Escriba tu propio texto y ejecútelo en Propiedades de la tienda en la pestaña Estilo.
Domingo 30 de marzo
“EL QUE LEE, ENTIENDA”
Entra en cualquier librería cristiana y observa los títulos de la sección de profecía bíblica. Rápidamente descubrirás que hay una variedad alucinante de opiniones e interpretaciones, lo que tienta a pensar que nadie puede entender documentos como el Apocalipsis. Por ejemplo, un autor dice que el anticristo no es más que una metáfora; otro opina que aparecerá en el futuro; y aun otro, que era una referencia a algo o alguien que existió en los días del Imperio Romano. Como dijo cierto predicador: “La Biblia se parece a un instrumento musical con el que cada cual interpreta la melodía que se le antoja”. Sin embargo, la Biblia no sugiere eso, sino que nos invita a leerla dando por sentado que Dios no habla en vano y que podemos comprender lo que dice en su Palabra.
Lee Mateo 24:15; Apocalipsis 1:3; Mateo 11:25; y Jeremías 9:23 y 24. ¿Qué sugieren estos textos acerca de la intención de Dios de resultar comprensible?
📖 1. Mateo 24:15
“Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda)”.
Desarrollo:
Jesús está advirtiendo sobre un evento profético importante: “la abominación desoladora” mencionada por Daniel. Lo relevante aquí es que Cristo espera que el lector entienda la profecía. Esta frase —“el que lee, entienda”— muestra la clara intención de Dios de ser comprendido. No presenta las profecías como acertijos impenetrables, sino como mensajes que, con diligencia y oración, están al alcance de todos los creyentes.
📖 2. Apocalipsis 1:3
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”
Desarrollo:
Este versículo ofrece una triple bendición: para el que lee, el que oye, y el que guarda las palabras del libro. Implica que la profecía no solo puede ser leída, sino también comprendida y obedecida. Dios no oculta su verdad, sino que la revela con un propósito: que transformemos nuestra vida. Este texto demuestra que la revelación divina es accesible y útil, y no está reservada para una élite intelectual o espiritual.
📖 3. Mateo 11:25
“En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.”
Desarrollo:
Aquí Jesús alaba al Padre porque el conocimiento del Reino de Dios no está limitado por el intelecto humano. Dios ha escogido revelar sus verdades a los humildes, sinceros y de corazón sencillo, como los niños. Este versículo afirma que la comprensión espiritual no depende del nivel académico, sino de una actitud receptiva. El mensaje de Dios es intencionalmente comprensible para todos los que se acercan a Él con fe.
📖 4. Jeremías 9:23–24
“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.”
Desarrollo:
Dios declara que lo más valioso no es el poder, el conocimiento humano o la riqueza, sino conocer y entender a Dios mismo. Esta es la intención divina explícita: que lo conozcamos y comprendamos su carácter. El Señor desea ser conocido por sus hijos, y revela su misericordia, justicia y juicio para que podamos adorarlo no por miedo o ignorancia, sino por una relación basada en entendimiento.
Muchas universidades ofrecen cursos acerca de “la Biblia como literatura”. Puede resultar asombroso para un creyente asistir a conferencias en las que los disertantes abordan la Biblia como lo harían con la mitología pagana. La idea de ese enfoque es que puede haber un núcleo de “verdad moral” en las historias bíblicas, pero no algo a lo que uno deba ajustar su conducta. Para esos disertantes, la idea de que la Escritura haya sido inspirada por Dios es ridícula. En consecuencia, leen la Biblia, pero no oyen la voz de Dios que habla en sus páginas. Otros llegan a conclusiones claramente contrarias al mensaje de las Escrituras. Sin estar rendidos al Señor, y sin un corazón dispuesto a aprender la verdad, quienes leen la Biblia probablemente no solo serán incapaces de percibir su mensaje, sino también malinterpretarán el carácter amoroso y santo del Dios revelado en sus páginas. Leer la Biblia sin las herramientas adecuadas o, más importante aún, sin la actitud correcta bajo la conducción del Espíritu Santo puede resultar perjudicial. Alguien que no era conocido por su religiosidad estaba en cierta ocasión leyendo la Biblia. Cuando le preguntaron con sorpresa qué hacía, respondió: “Busco errores”. ¿Por qué es esa una actitud equivocada al leer la Palabra de Dios?