Lección 1: Para el 4 de octubre de 2025
LA FÓRMULA DEL ÉXITO
Sábado 27 de septiembre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Deuteronomio 18:15-22; Josué 1; Hebreos 6:17, 18; Efesios 6:10-18; Salmo 1:1-3; Romanos 3:31.
PARA MEMORIZAR: “Solamente esfuérzate y sé muy valiente para hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que seas prosperado en todo lo que emprendas” (Jos. 1:7).
En cierta ocasión, Benjamin Zander, director musical de la Orquesta Filarmónica de Boston, impartía una clase de interpretación musical cuando observó que sus alumnos sentían mucha ansiedad ante las evaluaciones de sus interpretaciones. Para tranquilizarlos y estimular todo su potencial, anunció el primer día de clase que todos obtendrían una nota sobresaliente. Esa calificación no era una expectativa que debían cumplir, “sino una posibilidad que había que vivir”. El único requisito era que al comienzo del semestre de clases los alumnos escribieran una carta fechada como si hubiera sido redactada al final del cursado, en la que debían explicar por qué merecían esa nota elevada.
El libro de Josué trata acerca de nuevas posibilidades. Moisés, quien había sobresalido durante cuarenta años de la historia de Israel, era parte del pasado. El Éxodo de Egipto y el recorrido por el desierto, trágicamente marcado por la rebelión y la obstinación, habían terminado. Una nueva generación, dispuesta a obedecer a Dios, estaba lista para entrar en la Tierra Prometida, no como una expectativa que cumplir, sino como una experiencia que debía ser vivida. Analicemos la manera en que Dios inauguró un nuevo capítulo en la vida de Israel y cómo puede hacer lo mismo en la nuestra.
Domingo 28 de septiembre
UN NUEVO MOISÉS
Lee Deuteronomio 18:15-22 y Josué 1:1-9. ¿Por qué es significativo que el libro de Josué comience haciéndose eco de una promesa relacionada con lo que sucedería tras la muerte de Moisés? Aunque Moisés había muerto y un nuevo líder, Josué, había sido nombrado por Dios, existen paralelismos entre ellos. Dios había dicho a ambos que conducirían a su pueblo a la tierra que fue prometida a sus padres.
El Señor dijo a Josué: “Como prometí a Moisés, les he entregado a ustedes todo lugar que pise la planta de su pie” (Jos. 1:3). Josué terminaría la obra que había sido originalmente encomendada a Moisés. Era, en realidad, un nuevo Moisés. Lee Éxodo 33:11; Números 14:6, 30, 38; 27:18; 32:12; Deuteronomio 1:38; 31:23; y 34:9. ¿Qué dicen estos textos acerca de Josué? La promesa de que Dios “levantaría” un profeta semejante a Moisés (Deut. 18:15) no se había hecho aún realidad. Las palabras iniciales del libro de Josué recuerdan al lector esta promesa y, al mismo tiempo, crean la expectativa de verla cumplida.
Aunque muerto, Moisés sigue dominando el primer capítulo. Su nombre es mencionado allí diez veces, mientras que el de Josué solo cuatro. Moisés es llamado “siervo del Señor”, mientras que Josué es el “ayudante de Moisés” (Jos. 1:1). Josué necesitará toda una vida de servicio fiel y obediencia para recibir el título de “siervo del Señor” (Jos. 24:29). Aunque el primer capítulo de Josué registra la transición entre dos grandes líderes de Israel, el personaje más importante es el propio Señor, cuyas palabras dan inicio al libro y cuya conducción es el tema dominante. No hay dudas acerca de quién era el verdadero líder de Israel. A lo largo de los siglos, Dios ha llamado a hombres y mujeres para dirigir a su pueblo. ¿Por qué es crucial recordar quién es el verdadero Líder invisible de la iglesia?
Lunes 29 de septiembre
¡PASA! ¡POSEE! ¡REPARTE! ¡SIRVE!
Lee Josué 1. ¿Qué podemos aprender acerca de la estructura del libro a partir de este capítulo inicial? El primer capítulo de Josué sirve de introducción a todo el libro y comprende cuatro discursos que corresponden a las secciones principales del documento: la travesía (Jos. 1:2-9), la conquista (Jos. 1:10, 11), la distribución de la tierra (Jos. 1:12-15) y el servicio mediante la obediencia a la ley (Jos. 1:16-18). El libro de Josué puede interpretarse como una serie de iniciativas divinas en las que Dios le encomienda a Josué una tarea específica relacionada con la conquista de Canaán.
Todas ellas se reconocen más adelante en el libro tras su conclusión exitosa. Finalmente habrían de cumplirse las promesas de Dios relacionadas con la ocupación de la tierra. A partir de entonces, la responsabilidad de conservarla estaría en manos de los israelitas, y ello solo sería posible mediante la fe verdadera y la obediencia resultante de esa fe. Las iniciativas divinas que se expresan en los verbos “pasar”, “poseer” y “repartir” son adecuadamente respondidas por la obediencia del pueblo, que deriva de la iniciativa final de Dios: el servicio.
El libro de Josué consta de cuatro secciones principales, cada una caracterizada por un concepto específico que se expresa a través de la presencia dominante de una palabra hebrea:
1. Pasar (Jos. 1:1-5:12) 2. Poseer (Jos. 5:13-12:24) 3. Repartir (Jos. 13:1-21:45) 4. Servir (Jos. 22:1-24:33) De esta manera, la estructura misma del libro transmite su mensaje principal: Las iniciativas de Dios no se realizan automáticamente, sino que requieren la respuesta fiel de su pueblo. Es decir, en vista de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, incluyendo lo que nosotros no podemos hacer, somos llamados a realizar lo que sí podemos: obedecer a Dios poniendo por obra lo que nos ordena. Esto ha sido siempre así a lo largo de la historia sagrada, y también en el presente.
Por ejemplo, la representación del pueblo de Dios de los últimos tiempos en Apocalipsis 14:12 transmite la misma idea: la fe en lo que Dios ha hecho por nosotros conduce a la obediencia. Piensa en algunas de las promesas de la Palabra de Dios que más aprecias. ¿Qué tipo de respuesta requieren de tu parte para que se hagan realidad?
Martes 30 de septiembre
HEREDEROS DE LAS PROMESAS
En Josué 1:2 y 3, el Señor le dice a Josué y al pueblo que les está dando la tierra. Por otra parte, dice que ya les ha sido dada. ¿Qué significa esto? La tierra era un regalo del Señor, el verdadero Dueño de ella. En Josué 1:2 y 3 se utilizan dos formas diferentes del verbo “dar” que reflejan dos aspectos significativos de la recepción de la tierra como heredad. La primera forma expresa el proceso de la concesión de la tierra. Solo los territorios de un lado del Jordán habían sido ocupados por Israel. La mayor parte de la Tierra Prometida aún no estaba en posesión de ellos.
En Josué 1:3, el verbo es utilizado en su forma perfecta, dando así la impresión de que la tierra ya les había sido entregada. Cuando Dios es el sujeto de tales acciones, la forma verbal usada se conoce como “perfecto profético”, pues lo que él promete en su Palabra es un hecho garantizado en el que se puede confiar como si ya fuera una realidad presente, realizada. Los pronombres en pluiral del versículo 3, “ustedes” y “su”, muestran que la promesa estaba dirigida no solo a Josué, sino a todo el pueblo de Israel.
La referencia a la promesa dada a Moisés transmite la continuidad del proyecto de Dios. Por otra parte, la palabra kol, “todo”, aparece numerosas veces en el primer capítulo. Su presencia reiterada expresa la totalidad y la integridad cruciales para alcanzar el objetivo puesto ante Josué. Era necesaria una alineación perfecta entre Dios, Josué y el pueblo de Israel para asegurar el éxito en la conquista de la Tierra Prometida. Lee Josué 1:4-6 y Hebreos 6:17, 18. En aquel momento, la Tierra Prometida era exactamente eso, una promesa. Sin embargo, Dios la llama “herencia”.
¿Qué significa ser herederos de las promesas de Dios? Las promesas de Dios no tienen nada de mágico. No tienen el poder de asegurar por sí mismas su propio cumplimiento. La garantía de que se harán realidad reside en la presencia de Dios, quien asegura: “Estaré contigo”. De hecho, la presencia del Señor fue crucial para la supervivencia de Israel. Sin ella, no habrían sido más que una entre muchas naciones, sin un llamado, una identidad ni una misión especiales (Éxo. 33:12-16). La presencia del Señor era todo lo que Josué necesitaba para triunfar. Nada ha cambiado. Por eso tenemos la promesa de Jesús que se encuentra en Mateo 28:20.
Miércoles 1 de octubre
¡ESFUÉRZATE Y SÉ VALIENTE!
Lee Josué 1:7-9. ¿Por qué el Señor instó dos veces a Josué a esforzarse y ser valiente? La tarea que Josué tenía por delante implicaba desafíos abrumadores. Las murallas de las ciudades cananeas parecían inexpugnables y la población de la tierra estaba entrenada para la guerra. A diferencia de ello, los israelitas, simples nómades, no poseían siquiera las máquinas de guerra más primitivas para enfrentarse a las murallas fortificadas. Según los registros históricos, ni siquiera Egipto, la superpotencia de aquellos tiempos, fue capaz de afianzarse en Canaán. No obstante, el llamado a esforzarse y ser valiente no se relaciona aquí solo con la moral para la batalla o con las estrategias bélicas.
El valor y la fortaleza eran necesarios para permanecer fieles a la Torá y a sus requisitos específicos, que definían el pacto de Israel con Dios. Lee Efesios 6:10-18. Aunque hoy no se requiere de nosotros que participemos en acciones bélicas, ¿cómo podemos aplicar las palabras de aliento dadas a Josué en nuestras luchas espirituales cotidianas? Los cristianos se enfrentan hoy a desafíos similares a los de Josué en el cumplimiento de la misión que Cristo les ha encomendado; es decir, se les exige que libren una guerra contra sus propias tendencias pecaminosas, contra los principados, potestades y gobernantes de las tinieblas de este mundo y contra las fuerzas de la maldad.
Como Josué, también cuentan con la promesa tranquilizadora de la presencia de Cristo: “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20). Así como la presencia sustentadora del Señor fue suficiente para contrarrestar los temores de Josué, también debería serlo para desterrar nuestras dudas y ansiedades. Nuestro desafío es conocer al Señor lo suficiente como para confiar en él y en las promesas que nos ha hecho. De allí que lo que más necesitamos es esa relación personal con él. La pregunta crucial para nosotros hoy no es diferente de la que se planteó Josué. ¿Cómo podemos permanecer fieles a lo que dice la Palabra de Dios, incluso cuando eso no sea popular o conveniente?
Jueves 2 de octubre
PRÓSPERO Y EXITOSO
Lee Josué 1:7-9 junto con Génesis 24:40; Isaías 53:10 y Salmo 1:1-3. Sobre la base de estos textos, ¿qué significa ser próspero y tener éxito? El término hebreo tsalaj, traducido como “prosperarás” (Jos. 1:8), implica el cumplimiento satisfactorio de lo planificado o un conjunto de circunstancias favorables. El verbo sakal, traducido “te saldrá bien” (Jos. 1:8), pero que literalmente significa “ser sabio”, puede también traducirse como “prosperar” o “tener éxito”, “ser prudente” o “actuar con sabiduría”. Aparece con frecuencia en Job, Proverbios y Salmos, donde la noción de éxito está estrechamente ligada al hecho de actuar con prudencia, respetando a Dios y obedeciendo su Palabra.
Según esta perspectiva, el éxito no se define necesariamente como prosperidad material, aunque no la excluye, sino que consiste en un estado de armonía con los valores y principios espirituales que constituyen el fundamento del mundo creado por Dios y que se expresan en su ley. De hecho, la confianza en las promesas de Dios, especialmente la de la salvación solo por la fe y la de la habilitación divina para obedecer su ley, no se oponen entre sí, sino que representan los dos lados de una misma moneda. Lee Romanos 3:31. ¿Qué dice este texto acerca de la relación entre la ley y la fe? Pretender que la fe en la muerte expiatoria y sacrificial de Jesús en nuestro favor está en contra de la obediencia a la Ley de Dios es establecer una dicotomía falsa y peligrosa. La ley y la gracia siempre van juntas.
Solo una comprensión superficial del papel de la ley puede llevar a percibirla como opuesta a la gracia. Los escritores del Antiguo Testamento tenían en gran estima la ley y la consideraban una fuente de deleite (Sal. 1:2; 119:70, 77, 174). Correctamente considerada y utilizada, la ley conduce a una comprensión más profunda de la propia pecaminosidad (Rom. 7:7) y de la necesidad de la justicia de Cristo (Gál. 3:24). Por mucho que intentes guardar la Ley de Dios mediante su gracia, ¿cómo te ha mostrado tu propia experiencia tu necesidad de la justicia de Cristo?
Viernes 3 de octubre
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee lo que Elena de White dice en las páginas 514 a 516 del capítulo “El cruce del Jordán” del libro Patriarcas y profetas, y en las páginas 174 y 175 del capítulo “La entrada en la Tierra Prometida” en Historia de la redención. “En sus promesas y amonestaciones, Jesús se dirige a mí. Dios amó de tal manera al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que, creyendo en él, yo no perezca, sino que tenga vida eterna. Las experiencias que se relatan en la Palabra de Dios deben llegar a ser mis experiencias. La oración y la promesa, el precepto y la amonestación, son míos. […] A medida que la fe recibe y asimila así los principios de la verdad, llegan a ser parte del ser y la fuerza motriz de la vida. La Palabra de Dios, recibida en el alma, amolda los pensamientos y participa en el desarrollo del carácter” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 355). “No hay un punto que precisa ser entronizado con más fervor, repetido con más frecuencia o establecido con más firmeza en la mente de todos, que la imposibilidad de que el hombre caído haga mérito alguno por sus propias obras, por buenas que éstas sean. La salvación es solamente por fe en Cristo Jesús” (Elena de White, Fe y obras, p. 16).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Qué principios espirituales útiles para nuestra vida podemos extraer de la experiencia de Josué a pesar de las diferencias entre nuestras circunstancias y las suyas? No obstante, ¿por qué debemos tener siempre presente el contexto original de lo registrado en la Biblia cuando tratamos de establecer analogías?
2. Analiza la relación existente entre las promesas de Dios y nuestra obediencia a él. ¿Cómo se complementan? ¿Cuáles son los peligros de hacer demasiado hincapié en la ley en detrimento de la gracia y viceversa?
3. Basándote en la lección de esta semana, ¿cómo definirías el éxito desde una perspectiva bíblica? ¿Qué lugar ocupa la prosperidad en una definición cristiana del éxito?
4. Imagina cómo se sintió Josué al tener que suceder a Moisés. ¿Qué promesa le hizo Dios que seguramente lo sostuvo en medio de sus grandes responsabilidades (ver Jos. 1:5)?
"Escuela Sabática adultos 2025, cuarto trimestre (octubre-diciembre). Estudio: Lecciones de Josué acerca de la fe, escrito por Barna Magyarosi."

Explora un recorrido temático por los eventos clave de la historia de Israel, desde las plagas de Egipto hasta la construcción del Tabernáculo, con el objetivo de extraer lecciones prácticas y espirituales aplicables a la vida del creyente de hoy. Este estudio bíblico en PDF y en línea busca mostrar cómo la historia de Israel sirve como advertencia e instrucción, permitiendo comprender y aplicar sus principios espirituales en nuestra vida cotidiana. Incluye una introducción y trece lecciones detalladas: desde la opresión y el nacimiento de Moisés, pasando por la zarza ardiente, las plagas, la Pascua, la apertura del Mar Rojo, hasta el Pan y el Agua de Vida, el pacto en el Sinaí, cómo vivir la Ley, la apostasía e intercesión, la petición de ver la gloria de Dios, y finalmente, la construcción del Tabernáculo. Cada lección está disponible en PDF y en línea, facilitando el estudio personal, grupal o en clases bíblicas. Aprovecha estos recursos gratuitos para profundizar en la historia bíblica, fortalecer tu fe y entender cómo los principios de Israel pueden guiar y transformar tu vida espiritual hoy.
Lección 12: Para el 20 de diciembre de 2025
¡DIOS ES FIEL!
Sábado 13 de diciembre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Josué 21:43–45; 2 Timoteo 2:11–13; Josué 23; Apocalipsis 14:10, 19; Deuteronomio 6:5. PARA MEMORIZAR: “No faltó ninguna palabra de las buenas que el Señor había hablado a la casa de Israel. Todo se cumplió” (Jos. 21:45).
Cuando John F. Kennedy se dirigió a Estados Unidos en su primer discurso como presidente, el 20 de enero de 1961, su mensaje solo tuvo 1.366 palabras, pero dejó una huella indeleble en la mente de los estadounidenses. Mientras animaba a su país a centrarse en sus responsabilidades en lugar de en sus privilegios, dijo: “Con la conciencia tranquila como única recompensa segura y la historia como juez final de nuestros actos, avancemos para dirigir la tierra que amamos, pidiendo la bendición de Dios y su ayuda, pero sabiendo que su obra aquí en la tierra debe ser también la nuestra”. Cuando Josué, el anciano líder del pueblo de Dios, sintió que llegaba el final de su vida, exhortó a los dirigentes de la nación y a los israelitas (Jos. 23 y 24). Josué 23 se centra en el futuro y en cómo adorar exclusivamente a Dios.
El capítulo 24 repasa las demostraciones de fidelidad de Dios en el pasado para motivar a sus oyentes a rendir culto solo a él. Esta semana estudiaremos el primer discurso de Josué, en el que da una mirada retrospectiva a las victorias de Israel, pero traza al mismo tiempo el camino del éxito futuro para la nación.
Domingo 14 de diciembre
TODO SE CUMPLIÓ
¿Qué imagen conceptual presenta Josué 21:43-45 acerca de Dios? ¿Cómo se aplican estas palabras no solo a la Tierra que fue pometida al pueblo de Dios en el pasado, sino también a la realidad de nuestra salvación (2 Tim. 2:11-13)? Estos versículos constituyen el clímax del libro y su resumen teológico, además de destacar uno de sus temas principales: la fidelidad al pacto de Dios, quien cumple sus promesas y sus juramentos. Esta breve sección también resume todo el contenido del libro hasta el momento. Josué 21:43 habla del reparto de la tierra y el establecimiento en ella (Jos. 13-21), mientras que Josué 21:44 se refiere a las victorias sobre los enemigos y al control obtenido sobre la tierra (Jos. 1-12).
Toda esta retrospectiva es contemplada a través del prisma de la fidelidad de Dios. Los israelitas debían recordar siempre que solo podrían reclamar las victorias sobre sus enemigos o la tierra como su herencia en virtud de la lealtad de Dios a su Palabra. Él les dio “toda la tierra” (Jos. 21:43, énfasis añadido), entregó “en sus manos a todos sus enemigos” (Jos. 21:44, énfasis añadido) y, “como había jurado a sus padres” (Jos. 21:44), “todo se cumplió” (Jos. 21:45, énfasis añadido). El uso repetido de la palabra kol, “todo”, seis veces en tres versículos (Jos. 21:43-45), enfatiza una vez más la verdad de que la tierra era el don de Dios y de que Israel no podía atribuirse el mérito de haberla recibido. Dios juró darles la tierra y fue él quien “entregó en sus manos a todos sus enemigos”. Todo el éxito de Israel había de atribuirse únicamente a la iniciativa divina y a la fidelidad de Dios.
Lo mismo ocurre con nuestra salvación: “Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:8, 9). De hecho, Pablo también escribió lo siguiente haciendo hincapié en la fidelidad de Dios: “Es palabra fiel: Si morimos con él, también viviremos con él. Si sufrimos, también reinaremos con él. Si lo negamos, él también nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel; no puede negarse a sí mismo” (2 Tim. 2:11-13). ¿De qué manera la fidelidad de Dios nos da la seguridad de que ninguna de sus promesas acerca del futuro fallará? (Ver 1 Cor. 10:13; 2 Cor. 1:18-20).
Lunes 15 de diciembre
UNA SEÑAL DE PREOCUPACIÓN
La gloriosa conclusión de toda la sección (Jos. 21:43-45) lleva implícita la aseveración de que la obediencia a Dios es la condición para el cumplimiento de lo que prometió. El éxito nunca debe darse por sentado; siempre está ligado a la obediencia a la Palabra de Dios. Así, la adjudicación de la tierra, además de ser la demostración de la fidelidad de Dios para con Israel (Neh. 9:8), dejaba lugar para un futuro desarrollo que dependería de la actitud de Israel. ¿Sería este capaz de asegurar lo logrado? Lee Josué 23:1-5. ¿Cuáles son los puntos principales de la introducción de Josué? En su discurso, el ya anciano Josué transfiere a su público la finalización de la misión que Dios le había encomendado. Describe cómo fue posible la conquista de la tierra: el Señor luchó por ellos. Aunque, a causa de su infidelidad e incredulidad, los israelitas se vieron envueltos en guerras después del Éxodo, no fue gracias a su poder militar, sino a la intervención de Dios, como consiguieron poseer la tierra.
Dios había dado a Israel reposo de sus enemigos, pero quedaban algunas naciones a las que todavía había que desposeer. La victoria no era una realidad consumada e inmutable para Israel, sino una posibilidad siempre presente mediante la confianza constante en la fiel ayuda divina. ¿Qué similitudes existen entre la manera en que los israelitas conquistaron Canaán bajo el liderazgo de Josué y la forma en que los cristianos pueden vivir hoy una vida espiritual victoriosa? Lee Josué 23:10; Colosenss 2:15; 2 Corintios 10:3-5; Efesios 6:11-18. Las victorias de los israelitas no podían ser atribuidas a su fuerza y estrategia.
Del mismo modo, la victoria espiritual sobre el pecado y la tentación ha sido asegurada a través del sacrificio y la resurrección de Jesucristo, pero el pueblo de Dios debe hoy confiar constantemente en la habilitación del Espíritu Santo a fin de vivir una vida triunfante. ¿Por qué nos sigue resultando tan fácil pecar a pesar de contar con tantas promesas maravillosas?
Martes 16 de diciembre
LÍMITES DEFINIDOS
Utilizando las mismas palabras que se le dirigieron al principio del libro (Jos. 1:7, 8), Josué afirmó que la tarea que aguardaba a Israel no era principalmente de naturaleza militar, sino espiritual. Tenía que ver con la obediencia a la voluntad de Dios revelada en la Torá. ¿Por qué adoptó Josué una postura tan firme acerca de las relaciones de Israel con las naciones circundantes? (Jos. 23:6-8, 12, 13). El peligro al que Israel se enfrentaba no era la enemistad de las naciones restantes, sino su amistad. Las armas de ellas no representaban tal vez un desafío para Israel, pero su ideología y sus valores (o su falta de ellos) podrían resultar más dañinos que cualquier fuerza militar. Josué llamó la atención de los líderes al hecho crucial de que el conflicto en el que se habían visto envueltos era primordialmente, y en última instancia, espiritual. Por lo tanto, Israel debía preservar su singular identidad.
La prohibición de invocar el nombre de un dios, jurar por él y servirlo o inclinarse ante él tenía que ver con la idolatría. En el antiguo Cercano Oriente, el nombre de una deidad representaba su presencia y su poder. Invocar o mencionar los nombres de los dioses en los saludos cotidianos o en las transacciones comerciales significaba reconocer su autoridad y contribuía a que los israelitas buscaran su poder en tiempos de necesidad (comparar con Jue. 2:1-3, 11-13). El peligro de casarse con los cananeos que quedaban en la tierra consistía en que Israel perdiera su pureza espiritual. La intención de la amonestación de Josué no era promover la pureza racial o étnica, sino evitar la idolatría, que podía conducir al colapso espiritual de Israel. El caso de Salomón es un ejemplo dramático de las tristes consecuencias espirituales de los matrimonios mixtos (1 Rey. 3:1; 11:1-8).
En el Nuevo Testamento, se exhorta firmemente a los cristianos a no unirse en matrimonio con no creyentes (2 Cor. 6:14), aunque, en el caso de los matrimonios existentes, Pablo no aconseja al cónyuge creyente que se divorcie del incrédulo, sino que lleve una vida cristiana ejemplar con la esperanza de ganar al no creyente para el Señor (1 Cor. 7:12-16). La advertencia de Josué contra las asociaciones perjudiciales conduce inevitablemente a la cuestión de la relación del cristiano con el “mundo”. ¿Cómo podemos mantener una relación equilibrada con la sociedad que nos rodea? 141
Miércoles 17 de diciembre
LA IRA DEL SEÑOR
¿Cómo debemos interpretar las descripciones de la ira de Dios y su justicia retributiva en Josué (Jos. 23:15, 16) y en otras partes de las Escrituras? (Ver también Núm. 11:33; 2 Crón. 36:16; Apoc. 14:10, 19; 15:1). Israel ya había experimentado la ira del Señor durante su travesía por el desierto (Núm. 11:33; 12:9) y en la Tierra Prometida (Jos. 7:1), y era plenamente consciente de las consecuencias de provocar la ira de Dios al quebrantar el pacto. Estos versículos representan el clímax de la severidad de la retórica de Josué. Resulta chocante oír que el Señor destruiría a Israel, ya que el mismo término se había utilizado anteriormente para referirse a la aniquilación de los cananeos.
Tan cierto como que las promesas del Señor se habían cumplido fielmente en cuanto a la bendición de Israel, las maldiciones del pacto (Lev. 26; Deut. 28) también se harían realidad si los israelitas lo quebrantaban. A la luz del despojo y la destrucción de los cananeos, estos versículos demuestran una vez más que Dios es, en última instancia, el Juez de toda la tierra. Él declara la guerra al pecado independientemente de dónde se encuentre este. Israel no fue santificado ni adquirió méritos especiales por participar en la guerra santa, como tampoco los adquirieron las naciones paganas cuando más tarde se convirtieron en el medio del juicio utilizado por Dios contra la nación elegida. Israel debía decidir si haría de las gloriosas certezas del pasado el fundamento para afrontar el futuro.
A primera vista, la enseñanza bíblica acerca de la ira de Dios parece incompatible con la afirmación de que él es amor (Juan 3:16; 1 Juan 4:8). Sin embargo, es precisamente a la luz de la ira de Dios como la doctrina bíblica de su amor adquiere mayor relevancia. En primer lugar, la Biblia presenta a Dios como amoroso, paciente, abnegado y dispuesto a perdonar (Éxo. 34:6; Miq. 7:18). Sin embargo, en el contexto de un mundo afectado por el pecado, la ira del Señor es la respuesta de su santidad y justicia ante el pecado y el mal. Su ira nunca es una reacción emocional vengativa e impredecible. El Nuevo Testamento enseña que Cristo se hizo pecado por nosotros (2 Cor. 5:21) y que hemos sido reconciliados con Dios mediante su muerte (Rom. 5:10). Quien crea en él no tendrá que hacer frente a la ira de Dios (Juan 3:36; Efe. 2:3; 1 Tes. 1:10). El concepto de la ira de Dios lo presenta como el Juez Justo del universo que defiende la causa de la justicia (Sal. 7:11; 50:6; 2 Tim. 4:8).
Jueves 18 de diciembre
AFÉRRATE A DIOS
La única forma en que Israel podía evitar la tentación de la idolatría y la ira de Dios no era recordando constantemente lo que el pacto estipulaba que no debía hacer, sino fomentando una lealtad consciente y constante al Señor. El mismo verbo traducido como “fueron fieles” al Señor (ver Deut. 4:4), se utiliza también para describir el pacto matrimonial que se pretendía que existiera entre los cónyuges (Gén. 2:24) o la lealtad de Rut a Noemí (Rut 1:14). Es importante señalar que, según la evaluación de Josué, tal fidelidad había caracterizado a Israel como nación “hasta el día de hoy”. Lamentablemente, la misma afirmación no sería aplicable a períodos posteriores de la historia de Israel, como tristemente demuestra el libro de Jueces (Jue. 2:2, 7, 11; 3:7, 12; 4:1, etc.). Josué exhorta a Israel a amar al Señor, su Dios (Jos. 23:11; comparar con Deut. 6:5).
El amor no puede forzarse; si así fuera, dejaría de ser lo que esencialmente es. Ahora bien, ¿en qué sentido es posible requerir el amor de alguien? Para que Israel pudiera disfrutar continuamente de las bendiciones del pacto, debía permanecer fiel a Dios. El texto hebreo de Josué 23:11 es extremadamente enfático: “Tengan sumo cuidado, por la vida de ustedes, de amar al Señor su Dios” (NBLA). La palabra ‘‘ahabah, “amor”, puede referirse a una amplia gama de afectos humanos, como el apego amistoso, la intimidad sexual, la ternura maternal, el amor romántico y la lealtad a Dios. Si entendemos el amor a Dios como un compromiso consciente y como devoción a él, es posible exigirlo sin violar su verdadera esencia (comparar con Juan 13:34). Dios siempre quiso que la obediencia a sus mandamientos surgiera natural y espontáneamente de una relación personal con él (Éxo. 19:4 [“los he traído a mí”]; Deut. 6:5, comparar con Mat. 22:37), basada en lo que él hizo por su pueblo como demostración de su gran misericordia y amor.
El mandamiento de amar a Dios también expresa la naturaleza mutua, pero no simétrica, del amor divino. Dios desea entrar en una relación íntima y personal con cada persona que corresponda a su amor. En consecuencia, su amor para con todos constituye el marco para la manifestación de nuestro amor voluntario y mutuo. Jesús dio un mandamiento nuevo a sus discípulos. ¿En qué sentido era este mandamiento nuevo y antiguo al mismo tiempo? Lee Juan 13:34; 15:17; 1 Juan 3:11; comparar con Lev. 19:18.
Viernes 19 de diciembre
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee las páginas 559-561 del capítulo “Las últimas palabras de Josué” en el libro Patriarcas y profetas, de Elena de White. “Satanás engaña a muchos con la plausible teoría de que el amor de Dios por sus hijos es tan grande que excusará el pecado de ellos; asevera que si bien las amenazas de la Palabra de Dios están para servir a ciertos propósitos en su gobierno moral, nunca se cumplirán literalmente. Pero en todos sus tratos con los seres que creó, Dios ha mantenido los principios de la justicia mediante la revelación del pecado en su verdadero carácter; demostró que sus verdaderas consecuencias son la miseria y la muerte. Nunca existió el perdón incondicional del pecado, ni existirá jamás. Un perdón de esta naturaleza sería el abandono de los principios de justicia que constituyen los fundamentos mismos del gobierno de Dios.
Llenaría de consternación al universo inmaculado. Dios ha indicado fielmente los resultados del pecado, y si estas advertencias no fuesen la verdad, ¿cómo podríamos estar seguros de que sus promesas se cumplirán? La así llamada benevolencia que quisiera hacer a un lado la justicia, no es benevolencia, sino debilidad. “Dios es el Dador de la vida. Desde el principio, todas sus leyes fueron ordenadas para perpetuar la vida. Pero el pecado destruyó sorpresivamente el orden que Dios había establecido, y como consecuencia vino la discordia. Mientras exista el pecado, los sufrimientos y la muerte serán inevitables. Únicamente porque el Redentor llevó en nuestro lugar la maldición del pecado puede el hombre esperar escapar, en su propia persona, a sus funestos resultados” (Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 560, 561).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Rememora las evidencias de la fidelidad de Dios en tu vida. ¿Qué puedes señalar al respecto? Al mismo tiempo, ¿cómo respondes cuando las cosas no resultan como esperabas o pedías en oración, o cuando las promesas reclamadas se encuentran con el silencio?
2. Analiza la enseñanza bíblica acerca de la ira de Dios. ¿Cómo presentarías la ira del Señor como parte del evangelio?
3. ¿Qué principios puedes extraer de la lección de esta semana respecto a la relación con los no creyentes? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio entre nuestra fidelidad a los principios y prácticas correctas y nuestra relación con las personas para servirles y velar por su bienestar?
4. ¿Qué obstáculos te impiden aferrarte al Señor de todo corazón?
