SÁBADO, 05 de JULIO
La zarza ardiente
Leamos para el estudio de esta semana:
Éxodo 18: 3, 4; Éxodo 3: 1–22; Génesis 22: 11, 15–18; Éxodo 6: 3; Joel 2: 32; Éxodo 4: 1–31; Génesis 17: 10, 11.
Para memorizar
«El Señor le dijo: “He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, he oído el clamor que les arrancan sus opresores, pues conozco sus angustias. Y he descendido a librarlos de mano de los egipcios, y a sacarlos de este país para llevarlos a una tierra buena y espaciosa, que mana leche y miel”» (Éxo. 3: 7, 8).
El llamado que Dios nos hace cambia el rumbo de nuestra vida. Si seguimos ese llamado, descubriremos que el camino de Dios es siempre la mejor opción para nosotros. Sin embargo, a veces aceptar ese llamado no es fácil al principio.
Tal fue el caso de Moisés y el llamado que Dios le hizo a partir del encuentro en la zarza ardiente. Aunque Moisés pudo haber conocido o no las leyes de la combustión, sabía que lo que estaba viendo era un milagro, y ciertamente esto llamó su atención. El Señor lo estaba llamando sin duda a una tarea específica. La cuestión era si respondería al llamado a pesar del cambio radical que este supondría en su vida. Moisés no se mostró muy receptivo al principio.
Tal vez recuerdes ocasiones en las que tenías objetivos concretos, pero Dios redirigió tus planes. Es cierto que podemos ser útiles a Dios de muchas maneras, pero aceptar el llamado de Dios y hacer lo que él nos indica es sin duda el camino hacia una vida verdaderamente plena. Puede que no siempre sea fácil, y no lo fue para Moisés, pero cuán insensato es seguir nuestro propio camino cuando Dios nos llama en otra dirección.
Domingo, 6 de Julio
La zarza ardiente
Moisés tuvo una vida relativamente tranquila después de huir a Madián, donde se casó, tuvo dos hijos, Gersón y Eliezer (Éxo. 18: 3, 4), y formó parte de la extensa familia de Jetro, su suegro y sacerdote de ese lugar. Pasó cuarenta relajados años trabajando como pastor y disfrutando de la presencia de Dios tal como se revela en la naturaleza.
Sin embargo, este tiempo no tuvo el propósito de que Moisés simplemente disfrutara de la naturaleza. Estos años de comunión con el Señor lo transformaron y lo prepararon para el liderazgo. Dios también utilizó a Moisés en el tranquilo desierto para escribir, bajo inspiración divina, dos de los libros bíblicos más antiguos: Job y Génesis (ver Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 227; Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista del séptimo día [Buenos Aires: ACES, 1994], t. 3, p. 1.158). Moisés también recibió de Dios vislumbres cruciales acerca del Gran Conflicto, la Creación, la Caída, el Diluvio, la historia de los patriarcas y, lo más importante, el plan de salvación. Por lo tanto, Moisés desempeñó un papel decisivo para comunicar a toda la humanidad el verdadero conocimiento del Dios vivo, nuestro Creador y Sustentador, y de lo que está haciendo con respecto al pecado que ha causado estragos en este planeta. La historia bíblica y de la salvación tienen poco sentido sin el fundamento crucial que Moisés nos dejó bajo inspiración, especialmente en el libro de Génesis.
Lee Éxodo 3: 1 al 6. ¿Qué significa el hecho de que el Señor se presentó a Moisés como «Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob»?
Al ver que la zarza ardiente no era consumida por el fuego, Moisés supo que estaba ante un milagro y que algo dramático e importante estaba ocurriendo. Al acercarse, el Señor le dijo que se quitara el calzado en señal de profundo respeto, ya que la presencia de Dios hacía sagrado aquel lugar.
El Señor se presentó a Moisés como «Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob» (Éxo. 3: 6). Dios había prometido a estos patriarcas que sus descendientes heredarían Canaán, una promesa que Moisés seguramente conocía. De esa manera, incluso antes de decirlo, el Señor ya estaba preparando el camino para que Moisés comprendiera lo que estaba por venir y el papel crucial que habría de desempeñar.
Moisés necesitó ochenta años antes de que Dios lo considerara preparado para su tarea. ¿Qué nos puede enseñar esto acerca de la paciencia y el tiempo de Dios en nuestra vida?
Lunes, 7 de Julio
El ángel del Señor
«El ángel del Señor» apareció a Moisés «entre las llamas de una zarza ardiente» (Éxo. 3: 2, NVI). Fue Jesús mismo quien habló a Moisés «desde la zarza» (Éxo. 3: 4).
No siempre que en la Biblia se usa el título «el ángel del Señor» se hace una referencia a Jesucristo. El término «ángel» significa simplemente «mensajero» (mal”aj en hebreo) y es el contexto el que determina si se refiere a un ser humano, a un ángel o a Jesús. En muchos casos, «el ángel del Señor» se refiere en la Biblia a una persona divina (analiza, por ejemplo, Gén. 22: 11, 15-18; 31: 3, 11, 13; Juec. 2: 1, 2; 6: 11-22; Zac. 3: 1, 2). Cuando es así, el ángel del Señor no solo habla en nombre de este, sino que es el Señor mismo. Jesús es el mensajero de Dios para comunicarnos la Palabra del Padre.
Lee Éxodo 3: 7 al 12. ¿Cómo explicó Dios a Moisés por qué quería intervenir en favor de los hebreos esclavizados en Egipto?
El sufrimiento del pueblo de Dios en Egipto se describe vívidamente como un gemido y un desesperado pedido de auxilio. Dios escuchó el clamor de ellos y se preocupó por su situación (Éxo. 2: 23-25). Los llamó «mi pueblo» (Éxo. 3: 7). Es decir, incluso antes del Sinaí y de la ratificación del pacto, ellos eran su pueblo, y él los haría habitar y prosperar (si obedecían) en la tierra de Canaán, como prometió a sus ancestros.
Dios dijo a Moisés que lo enviaba al faraón con una misión específica: «Así que ahora, ve. Te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los israelitas» (Éxo. 3: 10, NVI). Dios llama a los hebreos nuevamente «mi pueblo».
¡Qué gran tarea requería Dios de su siervo! En vista de ello, Moisés respondió con una pregunta: «¿Quién soy yo?». Al comprender el significado de lo que sucedería y cuál sería su papel en todo esto, Moisés preguntó por qué había sido elegido por Dios. Aquí tenemos desde el mismo principio una indicación de su carácter, su humildad y su convicción de que no es digno de realizar lo que se le pide.
¿Por qué es tan importante la humildad y el sentido de la propia «indignidad» para quien pretenda seguir al Señor y hacer algo por él?
Martes, 8 de Julio
El nombre del Señor
Lee Éxodo 3: 13 al 22. ¿Por qué quería Moisés conocer el nombre de Dios y qué significa su pedido?
Dios se presenta a Moisés como eheyeh asher ‘eheyeh, que significa literalmente: «Yo seré quien seré» o «Yo soy quien soy». En Éxodo 3: 12, Dios utiliza el mismo verbo (“eheyeh) que en el versículo 14, cuando dice a Moisés: «Estaré (‘eheyeh) contigo». Esto significa que Dios es eterno. Es el Dios trascendente y a la vez cercano que habita con los «contritos y humildes de espíritu» (Isa. 57: 15).
«Yahvé», el nombre propio de Dios (traducido en las versiones bíblicas normalmente como «el Señor» o «Jehová»), era conocido por el pueblo de Dios desde el principio, aunque no percibieran su significado más profundo. Moisés también conocía el nombre «Yahvé», pero, al igual que los demás, desconocía su verdadero significado. Su pregunta: «¿Cuál es tu nombre?», es una indagación acerca de ese significado más profundo.
Una pista útil acerca de esto se encuentra en Éxodo 6: 3, donde Dios declaró: «Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Todopoderoso, pero por mi nombre el Señor no me di a conocer plenamente a ellos» (Éxo. 6: 3, NVI). Esto no significa que Adán, Noé, Abraham y los patriarcas no conocieran el nombre «Yahvé» (ver Gén. 2: 4, 9; 4: 1, 26; 7: 5; 15: 6-8; etc.). Significa, en cambio, que no conocían su significado más profundo.
Su nombre, «Yahvé», indica que es el Dios personal, el Dios de su pueblo, el Dios del pacto. Es un Dios cercano, íntimo, que interviene en los asuntos humanos. El Dios todopoderoso (Gén. 17: 1) interviene milagrosamente con su poder. Pero el nombre divino «Yahvé» destaca su poder moral mediante el amor y el cuidado. Es el mismo Dios que Elohim («Dios poderoso, fuerte, trascendente», el «Dios de todos los pueblos», «el Gobernante del universo», «el Creador de todo»), pero el nombre «Yahvé» revela diferentes aspectos de su relación con la humanidad.
Conocer el nombre de Dios o invocarlo no es algo mágico. Se trata de una proclamación acerca de quién es y de lo que significa enseñar a los demás la verdad relativa a él y a la salvación que ofrece a quienes acuden a él con fe. Como dice Joel: «Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo» (Joel 2: 32).
¿Cómo has experimentado en tu propia vida la cercanía a Yahvé y la intimidad que desea tener con quienes se entregan a él?
Miércoles, 9 de Julio
Cuatro excusas
Lee Éxodo 4: 1 al 17. ¿Qué señales permitió Dios que Moisés realizara para reforzar así la posición de este como su mensajero?
Moisés trató nuevamente de rehuir la tarea que Dios le encomendaba (ver Éxo. 3: 11). No quería ir a Egipto y enfrentarse al faraón. Después de todo, ya había fracasado antes cuando intentó por su cuenta ayudar a los hebreos. Además, su propio pueblo no creía en él ni lo aceptaba como su líder. Por eso formuló una tercera objeción: «¿Y si no me creen ni me escuchan?» (Éxo. 4: 1, NVI). No era una pregunta motivada por el deseo de aprender algo nuevo, sino una manera de rehuir la responsabilidad que Dios le pedía que asumiera.
Se ordena entonces a Moisés realizar dos señales milagrosas ante los ancianos de Israel y, más tarde, ante el faraón: su vara se convierte en serpiente y luego vuelve a ser un bastón. Luego, su mano se vuelve leprosa, pero es curada al instante. Ambos milagros debían convencer a los ancianos de que Dios había elegido a Moisés como su instrumento. Se añadió un tercer milagro por si aquello no resultaba suficiente: convertir el agua en sangre (Éxo. 4: 8, 9).
Aunque Dios habilitó a Moisés para realizar estos poderosos prodigios, este aún expresa una cuarta excusa: no es un buen orador.
Lee Éxodo 4: 10 al 18. ¿Cómo responde el Señor a Moisés y qué lecciones podemos extraer de ello para nuestra propia vida, cuando sentimos que Dios nos llama a realizar una tarea?
Este conjunto de cuatro excusas muestra la renuencia de Moisés a aceptar el llamado de Dios. A través de objeciones aparentemente «razonables», en realidad oculta su falta de disposición para ir. Las tres primeras excusas tienen forma de preguntas: ¿Quién soy yo? ¿Quién eres tú? ¿Y si no me creen? La cuarta objeción es una afirmación: «No soy elocuente». Dios reaccionó ante todas ellas y aportó en cada caso una poderosa solución. En respuesta a estas excusas, Dios presenta muchas promesas edificantes.
Moisés presenta entonces su quinta y última súplica, y pide directamente: «Por favor, Señor, envía a otro» (Éxo. 4: 13). En respuesta, Dios le dice que ya está enviando a su hermano Aarón a su encuentro como apoyo. Finalmente, Moisés acepta en silencio el llamado y pide a Jetro su bendición antes de partir hacia Egipto.
Jueves , 10 DE Julio
La circuncisión
Lee Éxodo 4: 18 al 31. ¿Cómo entendemos esta extraña historia y qué lección podemos extraer de ella?
Los estudiantes de la Biblia se escandalizan cuando leen que, después de que Moisés obedeció al Señor y emprendió el viaje de regreso a Egipto, el Señor «estuvo a punto de matarlo» (Éxo. 4: 24, NVI). Por el contexto del relato, es evidente que se trataba de la circuncisión. Su hijo menor no estaba circuncidado, como exigía el pacto abrahámico (Gén. 17: 10, 11).
Como líder del pueblo de Dios, Moisés debía mostrar su perfecta sumisión y obediencia al Señor a fin de estar capacitado para guiar a otros en el camino de la obediencia. Tenía que ser un modelo de esa entrega total a Dios. Su esposa, Séfora, era una mujer de acción, y circuncidó a su hijo para salvar la vida de su marido. Ella tocó a Moisés con el «prepucio ensangrentado», y esta sangre representa la expiación, la vida y el sellamiento del pacto. El hecho de que aquello se hiciera tan prontamente añadió dramatismo a la situación.
Es posible extraer una importante lección de este episodio; a saber, nunca debemos dejar de hacer lo que sabemos que es correcto.
«Mientras se alejaba de Madián, Moisés tuvo una terrible y sorprendente manifestación del desagrado del Señor. Se le apareció un ángel en forma amenazadora, como si fuera a destruirlo inmediatamente. No le dio ninguna explicación; pero Moisés recordó que había desdeñado uno de los requerimientos de Dios y, cediendo a la persuasión de su esposa, había dejado de cumplir el rito de la circuncisión en su hijo menor. Falló en cumplir con la condición que podía dar a su hijo el derecho de recibir las bendiciones del pacto de Dios con Israel; y tal descuido de parte del jefe elegido no podía menos que menoscabar ante el pueblo la fuerza de los preceptos divinos. Séfora, temiendo que su esposo moriría, realizó ella misma el rito, y entonces el ángel permitió a Moisés continuar la marcha. En su misión ante el faraón, Moisés iba a exponerse ante un gran peligro; su vida podría conservarse únicamente mediante la protección de los santos ángeles. Pero no estaría seguro mientras tuviera un deber conocido sin cumplir, pues los ángeles de Dios no podrían protegerlo» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 231).
¿Qué te dice esta historia si sabes que has descuidado algo que deberías estar haciendo? ¿Qué cambios necesitas hacer ahora mismo?
Viernes, 11 Julio
Para estudiar y meditar
Lee el capítulo titulado «Moisés» en el libro Patriarcas y profetas, de Elena G. de White, pp. 227-231.
El dramático llamado desde la zarza ardiente fue probablemente la experiencia más transformadora de la vida de Moisés. Todos los otros momentos importantes de su existencia dependieron de su respuesta positiva y obediente al requerimiento divino de sacar a los hebreos de Egipto y conducirlos a la Tierra Prometida.
Nosotros sabemos cómo terminó todo. Pero ponte en el lugar de Moisés cuando estuvo ante la zarza ardiente. Había huido de Egipto para salvar su vida. Durante esos cuarenta años, una nueva generación de hebreos había crecido, muchos de los cuales probablemente sabían poco acerca de él o habían recibido información distorsionada acerca de su persona. Sin embargo, ¿ahora era llamado por Dios para guiar a este mismo pueblo lejos de una nación poderosa? No es de extrañar que al principio se mostrara reacio.
Sí, era una tarea extremadamente exigente, pero imagina lo que Moisés habría perdido si se hubiera negado definitivamente a aceptar el llamado de Dios. Tal vez habría desaparecido de las páginas de la historia en lugar de convertirse en una de las personas más grandes e influyentes, no solo del ámbito bíblico, sino del mundo mismo gracias al poder de Dios que obró en él.
Preguntas para dialogar:
En los tranquilos años que pasó en el desierto, Moisés hizo lo que Dios lo llamó a hacer: fue padre de familia, cuidó ovejas y escribió dos libros bíblicos bajo la inspiración de Dios antes de ser llamado a ser un gran líder del pueblo de Dios. ¿Qué nos enseña la experiencia de Moisés acerca de nuestros deberes en la vida?
Se podría argumentar que, a primera vista, las excusas de Moisés eran en sí mismas bastante razonables. ¿Por qué debería creerme el pueblo? ¿Quién soy yo? No sé hablar bien. ¿Qué debería decirnos esta historia acerca de cómo aprender a confiar en que Dios puede capacitarnos para realizar lo que él nos llama a hacer?
Profundiza en el punto tratado en el estudio del día domingo acerca de la autoría mosaica del libro de Génesis y en cuán importante es esa obra para comprender la historia sagrada y el plan de salvación. ¿Por qué debemos luchar contra los numerosos in
tentos de debilitar la autoridad del libro, especialmente negando la historicidad de sus primeros once capítulos?
"Escuela Sabática adultos 2025, cuarto trimestre (octubre-diciembre). Estudio: Lecciones de Josué acerca de la fe, escrito por Barna Magyarosi."

Explora un recorrido temático por los eventos clave de la historia de Israel, desde las plagas de Egipto hasta la construcción del Tabernáculo, con el objetivo de extraer lecciones prácticas y espirituales aplicables a la vida del creyente de hoy. Este estudio bíblico en PDF y en línea busca mostrar cómo la historia de Israel sirve como advertencia e instrucción, permitiendo comprender y aplicar sus principios espirituales en nuestra vida cotidiana. Incluye una introducción y trece lecciones detalladas: desde la opresión y el nacimiento de Moisés, pasando por la zarza ardiente, las plagas, la Pascua, la apertura del Mar Rojo, hasta el Pan y el Agua de Vida, el pacto en el Sinaí, cómo vivir la Ley, la apostasía e intercesión, la petición de ver la gloria de Dios, y finalmente, la construcción del Tabernáculo. Cada lección está disponible en PDF y en línea, facilitando el estudio personal, grupal o en clases bíblicas. Aprovecha estos recursos gratuitos para profundizar en la historia bíblica, fortalecer tu fe y entender cómo los principios de Israel pueden guiar y transformar tu vida espiritual hoy.
Lección 12: Para el 20 de diciembre de 2025
¡DIOS ES FIEL!
Sábado 13 de diciembre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Josué 21:43–45; 2 Timoteo 2:11–13; Josué 23; Apocalipsis 14:10, 19; Deuteronomio 6:5. PARA MEMORIZAR: “No faltó ninguna palabra de las buenas que el Señor había hablado a la casa de Israel. Todo se cumplió” (Jos. 21:45).
Cuando John F. Kennedy se dirigió a Estados Unidos en su primer discurso como presidente, el 20 de enero de 1961, su mensaje solo tuvo 1.366 palabras, pero dejó una huella indeleble en la mente de los estadounidenses. Mientras animaba a su país a centrarse en sus responsabilidades en lugar de en sus privilegios, dijo: “Con la conciencia tranquila como única recompensa segura y la historia como juez final de nuestros actos, avancemos para dirigir la tierra que amamos, pidiendo la bendición de Dios y su ayuda, pero sabiendo que su obra aquí en la tierra debe ser también la nuestra”. Cuando Josué, el anciano líder del pueblo de Dios, sintió que llegaba el final de su vida, exhortó a los dirigentes de la nación y a los israelitas (Jos. 23 y 24). Josué 23 se centra en el futuro y en cómo adorar exclusivamente a Dios.
El capítulo 24 repasa las demostraciones de fidelidad de Dios en el pasado para motivar a sus oyentes a rendir culto solo a él. Esta semana estudiaremos el primer discurso de Josué, en el que da una mirada retrospectiva a las victorias de Israel, pero traza al mismo tiempo el camino del éxito futuro para la nación.
Domingo 14 de diciembre
TODO SE CUMPLIÓ
¿Qué imagen conceptual presenta Josué 21:43-45 acerca de Dios? ¿Cómo se aplican estas palabras no solo a la Tierra que fue pometida al pueblo de Dios en el pasado, sino también a la realidad de nuestra salvación (2 Tim. 2:11-13)? Estos versículos constituyen el clímax del libro y su resumen teológico, además de destacar uno de sus temas principales: la fidelidad al pacto de Dios, quien cumple sus promesas y sus juramentos. Esta breve sección también resume todo el contenido del libro hasta el momento. Josué 21:43 habla del reparto de la tierra y el establecimiento en ella (Jos. 13-21), mientras que Josué 21:44 se refiere a las victorias sobre los enemigos y al control obtenido sobre la tierra (Jos. 1-12).
Toda esta retrospectiva es contemplada a través del prisma de la fidelidad de Dios. Los israelitas debían recordar siempre que solo podrían reclamar las victorias sobre sus enemigos o la tierra como su herencia en virtud de la lealtad de Dios a su Palabra. Él les dio “toda la tierra” (Jos. 21:43, énfasis añadido), entregó “en sus manos a todos sus enemigos” (Jos. 21:44, énfasis añadido) y, “como había jurado a sus padres” (Jos. 21:44), “todo se cumplió” (Jos. 21:45, énfasis añadido). El uso repetido de la palabra kol, “todo”, seis veces en tres versículos (Jos. 21:43-45), enfatiza una vez más la verdad de que la tierra era el don de Dios y de que Israel no podía atribuirse el mérito de haberla recibido. Dios juró darles la tierra y fue él quien “entregó en sus manos a todos sus enemigos”. Todo el éxito de Israel había de atribuirse únicamente a la iniciativa divina y a la fidelidad de Dios.
Lo mismo ocurre con nuestra salvación: “Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:8, 9). De hecho, Pablo también escribió lo siguiente haciendo hincapié en la fidelidad de Dios: “Es palabra fiel: Si morimos con él, también viviremos con él. Si sufrimos, también reinaremos con él. Si lo negamos, él también nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel; no puede negarse a sí mismo” (2 Tim. 2:11-13). ¿De qué manera la fidelidad de Dios nos da la seguridad de que ninguna de sus promesas acerca del futuro fallará? (Ver 1 Cor. 10:13; 2 Cor. 1:18-20).
Lunes 15 de diciembre
UNA SEÑAL DE PREOCUPACIÓN
La gloriosa conclusión de toda la sección (Jos. 21:43-45) lleva implícita la aseveración de que la obediencia a Dios es la condición para el cumplimiento de lo que prometió. El éxito nunca debe darse por sentado; siempre está ligado a la obediencia a la Palabra de Dios. Así, la adjudicación de la tierra, además de ser la demostración de la fidelidad de Dios para con Israel (Neh. 9:8), dejaba lugar para un futuro desarrollo que dependería de la actitud de Israel. ¿Sería este capaz de asegurar lo logrado? Lee Josué 23:1-5. ¿Cuáles son los puntos principales de la introducción de Josué? En su discurso, el ya anciano Josué transfiere a su público la finalización de la misión que Dios le había encomendado. Describe cómo fue posible la conquista de la tierra: el Señor luchó por ellos. Aunque, a causa de su infidelidad e incredulidad, los israelitas se vieron envueltos en guerras después del Éxodo, no fue gracias a su poder militar, sino a la intervención de Dios, como consiguieron poseer la tierra.
Dios había dado a Israel reposo de sus enemigos, pero quedaban algunas naciones a las que todavía había que desposeer. La victoria no era una realidad consumada e inmutable para Israel, sino una posibilidad siempre presente mediante la confianza constante en la fiel ayuda divina. ¿Qué similitudes existen entre la manera en que los israelitas conquistaron Canaán bajo el liderazgo de Josué y la forma en que los cristianos pueden vivir hoy una vida espiritual victoriosa? Lee Josué 23:10; Colosenss 2:15; 2 Corintios 10:3-5; Efesios 6:11-18. Las victorias de los israelitas no podían ser atribuidas a su fuerza y estrategia.
Del mismo modo, la victoria espiritual sobre el pecado y la tentación ha sido asegurada a través del sacrificio y la resurrección de Jesucristo, pero el pueblo de Dios debe hoy confiar constantemente en la habilitación del Espíritu Santo a fin de vivir una vida triunfante. ¿Por qué nos sigue resultando tan fácil pecar a pesar de contar con tantas promesas maravillosas?
Martes 16 de diciembre
LÍMITES DEFINIDOS
Utilizando las mismas palabras que se le dirigieron al principio del libro (Jos. 1:7, 8), Josué afirmó que la tarea que aguardaba a Israel no era principalmente de naturaleza militar, sino espiritual. Tenía que ver con la obediencia a la voluntad de Dios revelada en la Torá. ¿Por qué adoptó Josué una postura tan firme acerca de las relaciones de Israel con las naciones circundantes? (Jos. 23:6-8, 12, 13). El peligro al que Israel se enfrentaba no era la enemistad de las naciones restantes, sino su amistad. Las armas de ellas no representaban tal vez un desafío para Israel, pero su ideología y sus valores (o su falta de ellos) podrían resultar más dañinos que cualquier fuerza militar. Josué llamó la atención de los líderes al hecho crucial de que el conflicto en el que se habían visto envueltos era primordialmente, y en última instancia, espiritual. Por lo tanto, Israel debía preservar su singular identidad.
La prohibición de invocar el nombre de un dios, jurar por él y servirlo o inclinarse ante él tenía que ver con la idolatría. En el antiguo Cercano Oriente, el nombre de una deidad representaba su presencia y su poder. Invocar o mencionar los nombres de los dioses en los saludos cotidianos o en las transacciones comerciales significaba reconocer su autoridad y contribuía a que los israelitas buscaran su poder en tiempos de necesidad (comparar con Jue. 2:1-3, 11-13). El peligro de casarse con los cananeos que quedaban en la tierra consistía en que Israel perdiera su pureza espiritual. La intención de la amonestación de Josué no era promover la pureza racial o étnica, sino evitar la idolatría, que podía conducir al colapso espiritual de Israel. El caso de Salomón es un ejemplo dramático de las tristes consecuencias espirituales de los matrimonios mixtos (1 Rey. 3:1; 11:1-8).
En el Nuevo Testamento, se exhorta firmemente a los cristianos a no unirse en matrimonio con no creyentes (2 Cor. 6:14), aunque, en el caso de los matrimonios existentes, Pablo no aconseja al cónyuge creyente que se divorcie del incrédulo, sino que lleve una vida cristiana ejemplar con la esperanza de ganar al no creyente para el Señor (1 Cor. 7:12-16). La advertencia de Josué contra las asociaciones perjudiciales conduce inevitablemente a la cuestión de la relación del cristiano con el “mundo”. ¿Cómo podemos mantener una relación equilibrada con la sociedad que nos rodea? 141
Miércoles 17 de diciembre
LA IRA DEL SEÑOR
¿Cómo debemos interpretar las descripciones de la ira de Dios y su justicia retributiva en Josué (Jos. 23:15, 16) y en otras partes de las Escrituras? (Ver también Núm. 11:33; 2 Crón. 36:16; Apoc. 14:10, 19; 15:1). Israel ya había experimentado la ira del Señor durante su travesía por el desierto (Núm. 11:33; 12:9) y en la Tierra Prometida (Jos. 7:1), y era plenamente consciente de las consecuencias de provocar la ira de Dios al quebrantar el pacto. Estos versículos representan el clímax de la severidad de la retórica de Josué. Resulta chocante oír que el Señor destruiría a Israel, ya que el mismo término se había utilizado anteriormente para referirse a la aniquilación de los cananeos.
Tan cierto como que las promesas del Señor se habían cumplido fielmente en cuanto a la bendición de Israel, las maldiciones del pacto (Lev. 26; Deut. 28) también se harían realidad si los israelitas lo quebrantaban. A la luz del despojo y la destrucción de los cananeos, estos versículos demuestran una vez más que Dios es, en última instancia, el Juez de toda la tierra. Él declara la guerra al pecado independientemente de dónde se encuentre este. Israel no fue santificado ni adquirió méritos especiales por participar en la guerra santa, como tampoco los adquirieron las naciones paganas cuando más tarde se convirtieron en el medio del juicio utilizado por Dios contra la nación elegida. Israel debía decidir si haría de las gloriosas certezas del pasado el fundamento para afrontar el futuro.
A primera vista, la enseñanza bíblica acerca de la ira de Dios parece incompatible con la afirmación de que él es amor (Juan 3:16; 1 Juan 4:8). Sin embargo, es precisamente a la luz de la ira de Dios como la doctrina bíblica de su amor adquiere mayor relevancia. En primer lugar, la Biblia presenta a Dios como amoroso, paciente, abnegado y dispuesto a perdonar (Éxo. 34:6; Miq. 7:18). Sin embargo, en el contexto de un mundo afectado por el pecado, la ira del Señor es la respuesta de su santidad y justicia ante el pecado y el mal. Su ira nunca es una reacción emocional vengativa e impredecible. El Nuevo Testamento enseña que Cristo se hizo pecado por nosotros (2 Cor. 5:21) y que hemos sido reconciliados con Dios mediante su muerte (Rom. 5:10). Quien crea en él no tendrá que hacer frente a la ira de Dios (Juan 3:36; Efe. 2:3; 1 Tes. 1:10). El concepto de la ira de Dios lo presenta como el Juez Justo del universo que defiende la causa de la justicia (Sal. 7:11; 50:6; 2 Tim. 4:8).
Jueves 18 de diciembre
AFÉRRATE A DIOS
La única forma en que Israel podía evitar la tentación de la idolatría y la ira de Dios no era recordando constantemente lo que el pacto estipulaba que no debía hacer, sino fomentando una lealtad consciente y constante al Señor. El mismo verbo traducido como “fueron fieles” al Señor (ver Deut. 4:4), se utiliza también para describir el pacto matrimonial que se pretendía que existiera entre los cónyuges (Gén. 2:24) o la lealtad de Rut a Noemí (Rut 1:14). Es importante señalar que, según la evaluación de Josué, tal fidelidad había caracterizado a Israel como nación “hasta el día de hoy”. Lamentablemente, la misma afirmación no sería aplicable a períodos posteriores de la historia de Israel, como tristemente demuestra el libro de Jueces (Jue. 2:2, 7, 11; 3:7, 12; 4:1, etc.). Josué exhorta a Israel a amar al Señor, su Dios (Jos. 23:11; comparar con Deut. 6:5).
El amor no puede forzarse; si así fuera, dejaría de ser lo que esencialmente es. Ahora bien, ¿en qué sentido es posible requerir el amor de alguien? Para que Israel pudiera disfrutar continuamente de las bendiciones del pacto, debía permanecer fiel a Dios. El texto hebreo de Josué 23:11 es extremadamente enfático: “Tengan sumo cuidado, por la vida de ustedes, de amar al Señor su Dios” (NBLA). La palabra ‘‘ahabah, “amor”, puede referirse a una amplia gama de afectos humanos, como el apego amistoso, la intimidad sexual, la ternura maternal, el amor romántico y la lealtad a Dios. Si entendemos el amor a Dios como un compromiso consciente y como devoción a él, es posible exigirlo sin violar su verdadera esencia (comparar con Juan 13:34). Dios siempre quiso que la obediencia a sus mandamientos surgiera natural y espontáneamente de una relación personal con él (Éxo. 19:4 [“los he traído a mí”]; Deut. 6:5, comparar con Mat. 22:37), basada en lo que él hizo por su pueblo como demostración de su gran misericordia y amor.
El mandamiento de amar a Dios también expresa la naturaleza mutua, pero no simétrica, del amor divino. Dios desea entrar en una relación íntima y personal con cada persona que corresponda a su amor. En consecuencia, su amor para con todos constituye el marco para la manifestación de nuestro amor voluntario y mutuo. Jesús dio un mandamiento nuevo a sus discípulos. ¿En qué sentido era este mandamiento nuevo y antiguo al mismo tiempo? Lee Juan 13:34; 15:17; 1 Juan 3:11; comparar con Lev. 19:18.
Viernes 19 de diciembre
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee las páginas 559-561 del capítulo “Las últimas palabras de Josué” en el libro Patriarcas y profetas, de Elena de White. “Satanás engaña a muchos con la plausible teoría de que el amor de Dios por sus hijos es tan grande que excusará el pecado de ellos; asevera que si bien las amenazas de la Palabra de Dios están para servir a ciertos propósitos en su gobierno moral, nunca se cumplirán literalmente. Pero en todos sus tratos con los seres que creó, Dios ha mantenido los principios de la justicia mediante la revelación del pecado en su verdadero carácter; demostró que sus verdaderas consecuencias son la miseria y la muerte. Nunca existió el perdón incondicional del pecado, ni existirá jamás. Un perdón de esta naturaleza sería el abandono de los principios de justicia que constituyen los fundamentos mismos del gobierno de Dios.
Llenaría de consternación al universo inmaculado. Dios ha indicado fielmente los resultados del pecado, y si estas advertencias no fuesen la verdad, ¿cómo podríamos estar seguros de que sus promesas se cumplirán? La así llamada benevolencia que quisiera hacer a un lado la justicia, no es benevolencia, sino debilidad. “Dios es el Dador de la vida. Desde el principio, todas sus leyes fueron ordenadas para perpetuar la vida. Pero el pecado destruyó sorpresivamente el orden que Dios había establecido, y como consecuencia vino la discordia. Mientras exista el pecado, los sufrimientos y la muerte serán inevitables. Únicamente porque el Redentor llevó en nuestro lugar la maldición del pecado puede el hombre esperar escapar, en su propia persona, a sus funestos resultados” (Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 560, 561).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Rememora las evidencias de la fidelidad de Dios en tu vida. ¿Qué puedes señalar al respecto? Al mismo tiempo, ¿cómo respondes cuando las cosas no resultan como esperabas o pedías en oración, o cuando las promesas reclamadas se encuentran con el silencio?
2. Analiza la enseñanza bíblica acerca de la ira de Dios. ¿Cómo presentarías la ira del Señor como parte del evangelio?
3. ¿Qué principios puedes extraer de la lección de esta semana respecto a la relación con los no creyentes? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio entre nuestra fidelidad a los principios y prácticas correctas y nuestra relación con las personas para servirles y velar por su bienestar?
4. ¿Qué obstáculos te impiden aferrarte al Señor de todo corazón?
