Sábado, Mayo 03
Entendiendo el sacrificio
Lee para el estudio de esta semana
Isaías 1: 2-15; Hebreos 10: 3-10; Éxodo 12: 1-11; 1 Corintios 5: 7; Hageo 2: 7-9; Isaías 6: 1-5; Apocalipsis 4: 7-11.
**Para memorizar**
«Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”» (Apoc. 5: 9, RVR 1960).
Cuando Jesús vino a él, Juan el Bautista declaró: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Juan 1: 29). Esa era una referencia inequívoca a los sacrificios que simbolizaban la muerte sustitutoria de Cristo en favor de la humanidad.
El tema del sacrificio animal recorre toda la Biblia como un hilo escarlata y desempeña un papel central en la gran escena del trono de Dios de Apocalipsis 4 y 5. El hecho de que Jesús sea simbolizado como un cordero inmolado en esta escena crucial (Apoc. 5: 6) es una clave importante para comprender todo el episodio profético.
Esta semana veremos algunos temas relacionados con el sacrificio y que forman parte de nuestra comprensión de Jesús, el Cordero inmolado, el claro protagonista de la escena de la sala del Trono. Él es reconocido como el único digno, lo que destaca la obra del Señor, prefigurada por el sistema sacrificial del Santuario terrenal, como un Dios de amor infinito que estuvo dispuesto al sacrificio supremo, un acto del que nosotros y las demás inteligencias del universo nos maravillaremos por la eternidad.
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**Domingo, Mayo 04**
**¿Sacrificios inútiles?**
Contrastar dos ideas puede resultar muy instructivo. Por ejemplo, se puede aprender mucho acerca de la perspectiva bíblica del sacrificio al observar los momentos en los que Dios rechazó los sacrificios de su pueblo.
Compara Isaías 1: 2 al 15 con Isaías 56: 6 y 7, y Salmo 51: 17. ¿Qué lecciones importantes enseñan estos textos acerca del sacrificio?
**Isaías 1: 2-15**
En este pasaje, Dios denuncia la hipocresía de Israel, que realiza sacrificios en el templo, pero su corazón está lejos de Él. El Señor rechaza estos sacrificios porque son rituales vacíos, realizados sin verdadera devoción ni justicia. Él dice que sus ofrendas no son aceptables porque la conducta del pueblo contradice sus palabras, y en lugar de arrepentimiento, promueve la injusticia y la opresión (versículo 11-15). La lección aquí es que los rituales externos no sustituyen una relación sincera y transformadora con Dios.
**Isaías 56: 6-7**
Este pasaje revela que Dios acepta y busca a quienes se acercan a Él con sinceridad, incluso aquellos que no son de Israel, si cumplen con la verdadera justicia y sinceridad de corazón. La idea es que los sacrificios deben ir acompañados de una actitud humilde y de justicia, no solo de rituales externos. Aquí, Dios expresa que su casa será llamada una casa de oración para todos los pueblos, resaltando que la verdadera adoración trasciende las formas externas y requiere un corazón entregado.
**Salmo 51: 17**
El salmista expresa que los sacrificios externos no le agradan a Dios, sino un corazón contrito y humillado. La mejor ofrenda a Dios es un espíritu quebrantado y arrepentido. Esto reafirma que la verdadera adoración es interna, nacida de un corazón arrepentido y dispuesto a cambiar.
**Lecciones importantes:**
Estas citas enseñan que los sacrificios en sí mismos no son suficientes si no reflejan una verdadera actitud de arrepentimiento, justicia y entrega a Dios. La adoración que agrada a Dios es aquella que nace de un corazón humillado y sincero, que se traduce en acciones justas y en una relación genuina con Él.
Este trágico episodio de la historia de Israel no fue la primera ocasión en que Dios rechazó un sacrificio. Algo similar ocurrió cerca del comienzo de la historia de la salvación, cuando el sacrificio de Abel fue aprobado y aceptado por Dios a diferencia del de Caín. Ese incidente nos brinda la oportunidad de contrastar los sacrificios que son aceptables con los que no lo son (ver Gén. 4: 3-7; Heb. 11: 4).
**Génesis 4: 3-7**
Caín ofreció frutos de su trabajo, pero sin la actitud correcta. Dios no aceptó su sacrificio porque no era acompañado de un corazón arrepentido ni de fe. Abel, en cambio, ofreció un animal, un sacrificio conforme a lo que Dios había pedido, con fe y sinceridad, y fue aceptado.
**Hebreos 11: 4**
Aquí se reconoce que por la fe, Abel ofreció un sacrificio más aceptable, lo que indica que no solo el acto externo importa, sino la motivación y la confianza en Dios. Abel entendía los principios de la redención y en su ofrenda reflejaba su fe en la futura obra de Cristo.
En tiempos de Isaías, Israel cumplía con las prácticas religiosas de manera superficial, marcando casillas como si fueran tareas mínimas para apaciguar a Dios, mientras vivían a su antojo. Sus sacrificios estaban centrados en sí mismos, igual que los de Caín, y no reflejaban una actitud de entrega y sumisión a Dios.
Ese es el mismo espíritu de autosuficiencia que anima a los reinos de este mundo. Caín vivía a su antojo mientras ofrecía a Dios rituales vacíos realizados bajo sus propios términos. Es razonable pensar que veía a Dios como un obstáculo para seguir su propio camino, aunque lo temía lo suficiente como para cumplir con lo mínimo requerido.
Por el contrario, Abel ofreció un cordero, el sacrificio que Dios había pedido, el que representaba la promesa que Dios había hecho de un Mesías venidero (Gén. 3: 15) y señalaba hacia el acto salvador de Cristo en el Calvario.
**Génesis 3: 15**
Este versículo anuncia la futura victoria del Mesías, que sería herido en la cabeza por Satanás, pero que vencería mediante su sacrificio. Abel, en su ofrenda, simbolizaba esa promesa de redención futura.
«Abel comprendía los grandes principios de la redención. Veía que era pecador, y que el pecado y su pena de muerte se interponían entre su alma y la comunión con Dios. Trajo la víctima inmolada, la vida sacrificada, y así reconoció las demandas de la ley que había sido quebrantada. En la sangre derramada contempló el futuro sacrificio, a Cristo muriendo en la cruz del Calvario; y al confiar en la expiación que iba a realizarse allí, obtuvo testimonio de que era justo, y de que su ofrenda había sido aceptada» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 52, 53).
¡Qué importante es protegernos de simplemente cumplir con los rituales religiosos sin un verdadero compromiso con Dios! ¿Cómo podemos experimentar lo que significa depender totalmente de la muerte de Jesús como nuestra única esperanza de salvación?
**Lunes, Mayo 05**
**Sangre de toros y de machos cabríos**
Algunos han criticado la idea del sacrificio como algo cruel e injusto. Sin embargo, ese es precisamente el punto. La muerte de Cristo fue cruel e injusta. El inocente murió en lugar de los culpables. Eso era lo necesario para resolver el problema del pecado. Y esa muerte, la de Cristo, era lo que señalaban todos los sacrificios crueles e injustos de animales inocentes.
**Lee Hebreos 10: 3 al 10. ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de los sacrificios que el pueblo de Dios ofrecía en la época del Antiguo Testamento? Si esos sacrificios no podían realmente salvar a los pecadores, ¿cuál era entonces su propósito?**
**Hebreos 10: 3-10**
Este pasaje explica que los sacrificios animales solo tenían un efecto temporal, recordando los pecados de quienes los ofrecían, pero no podían quitar verdaderamente el pecado ni transformar el corazón del pecador. El autor señala que estos sacrificios se repetían constantemente porque no podían hacer perfecta a la conciencia de los que los ofrecían; en realidad, solo servían como una sombra o símbolo de la obra redentora futura.
El propósito principal de estos sacrificios era señalar hacia la obra suprema de Cristo, el verdadero sacrificio que quita el pecado de manera definitiva. La repetición constante de los sacrificios en el sistema mosaico subrayaba la insuficiencia de los animales para eliminar el pecado, pero a la vez, preparaba a los creyentes para aceptar la obra perfecta de Jesús, quien, con su sacrificio, ofrecido una sola vez, cumplió los requisitos de la ley y perfeccionó para siempre a los que se acercan a Dios por medio de Él.
**Los corderos y otros animales sacrificados eran meros símbolos que apuntaban hacia el sacrificio expiatorio del Cordero de Dios. Eran actos de fe que daban a los pecadores la oportunidad concreta de expresar su confianza en la obra del Mesías venidero.**
A menudo nos referimos a esta clase de representaciones sacrificiales como «tipos», o modelos ilustrativos, que encontraron su cumplimiento cuando fueron reemplazados por su correspondiente «antitipo»; es decir, por la realidad que ellos anunciaban o representaban anticipadamente. Algunos incluso han descrito esos sacrificios como «miniprofecías» acerca de la muerte de Jesús en la Cruz.
**Los rituales asociados al sacrificio** se parecían a la compra de un pasaje para realizar un viaje. Cuando se compra un pasaje de tren, de autobús o de avión, no se recibe inmediatamente el viaje por el que se ha pagado. En su lugar, uno recibe un billete o tarjeta de embarque, un símbolo o promesa del viaje que hará. Uno puede sentarse sobre ese trozo de papel, pero eso no lo llevará a ningún lugar. No obstante, cuando la persona está ya dentro del medio de transporte y comienza el viaje, ha recibido aquello por lo que pagó. El pasaje, el trozo de papel, deja entonces de ser necesario.
**Lo mismo ocurría con los animales sacrificados**. Desempeñaban un papel importante, pero una vez realizado el verdadero sacrificio, el de Cristo en la Cruz, dejaron de tener sentido, algo que resultó evidente cuando el velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo del Santuario terrenal se rasgó al morir Jesús.
«Entonces el velo del templo se rasgó en dos, desde arriba hacia abajo» (Marcos 15: 38).
Este evento simboliza que, mediante la muerte de Jesús, el acceso directo a la presencia de Dios fue abierto para todos, eliminando la necesidad de los rituales y sacrificios temporales del sistema mosaico. El sistema de sacrificios, el Templo y todo lo demás señalaban a la muerte de Jesús en la Cruz. Una vez que Jesús cumplió su misión en la Cruz y resucitó victorioso, los tipos o representaciones se volvieron innecesarios, pues la realidad había llegado en la persona de Cristo.
**Piensa en cuán grave es el pecado**, al punto de que solo la muerte de Jesús, el Verbo encarnado (ver Juan 1: 1-3, 14), podía expiarlo.
**¿Qué nos dice esto acerca de cuál debe ser nuestra actitud hacia el pecado?**
La magnitud del sacrificio revela que el pecado es una ofensa grave contra la santidad de Dios, y solo un sacrificio perfecto y completo, como el de Jesús, puede remediar esa ofensa. Por ello, debemos tener una actitud de arrepentimiento genuino, humildad y reconocimiento de nuestra necesidad de la gracia de Dios para ser perdonados y transformados.
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**Martes, Mayo 06**
**El cordero de la pascua**
El libro de Apocalipsis se refiere a Jesús como «el Cordero» casi treinta veces.
El pueblo de Dios ha utilizado corderos como símbolos del Mesías venidero desde el inicio mismo del Plan de Redención. Abel ofreció «de los primerizos de sus ovejas» (Génesis 4: 4), y antes de que Israel partiera de Egipto hacia la Tierra Prometida, se le ordenó que redimiera a cada persona o animal primogénito sacrificando en su lugar un cordero de un año (Éxodo 12: 5).
**Lee Éxodo 12: 1-11; Isaías 53: 7 y 8; 1 Corintios 5: 7; y Apocalipsis 5: 6. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de Jesús como sacrificio pascual? ¿Qué significa eso para cada uno de nosotros?**
**Éxodo 12: 1-11**
Este pasaje describe la institución de la Pascua, en la que los israelitas debían sacrificar un cordero sin defecto y marcar sus puertas con su sangre. La sangre del cordero protegía a los hogares del juicio de la muerte, que azotaba a Egipto, y señalaba a la futura redención en Cristo, cuyo sacrificio sería la verdadera protección contra la muerte eterna.
**Isaías 53: 7 y 8**
Este capítulo profetiza el sufrimiento del Mesías, comparándolo con un cordero llevado al matadero, que no abre su boca. La descripción muestra que Jesús, como el Cordero de Dios, aceptó su sacrificio con humildad y sin resistencia, sometiéndose para cumplir la voluntad de Dios y redimir a la humanidad.
**1 Corintios 5: 7**
Pablo llama a Jesús «el Cordero pascual», señalando que su sacrificio es el cumplimiento perfecto de la Pascua. La limpieza y pureza del cristiano deben reflejar esa realidad, ya que Cristo, nuestro Cordero, nos purifica del pecado.
**Apocalipsis 5: 6**
Aquí, Jesús es representado como un Cordero que fue inmolado, pero que también está en medio del trono, símbolo de autoridad y victoria. Su sacrificio fue completo, y ahora reina victorioso, como el Cordero que fue inmolado pero vive para siempre.
**¿Qué nos enseñan estos textos acerca de Jesús como sacrificio pascual?**
Que Jesús, en su muerte, cumplió y superó todas las expectativas del sacrificio pascual. Él es el Cordero sin mancha, cuya sangre nos protege del juicio y nos ofrece redención y vida eterna. Para cada uno de nosotros, esto significa que debemos aceptar esa gracia, vivir en pureza y reflejar en nuestra vida el carácter de Jesús, quien se entregó por amor y por la salvación del mundo.
**¿Cómo podemos reflejar mejor el carácter perfecto de Jesús en nuestra vida?**
Al imitar su humildad, su amor sacrificial y su obediencia perfecta, buscando vivir en justicia, misericordia y verdad. También, fortaleciendo nuestra fe en su obra redentora y permitiendo que su espíritu transforme nuestro carácter para que podamos ser testimonios vivos de su gracia.
**Miércoles, Mayo 07**
**Jesús en el templo**
Hay tensión en toda la historia de la Salvación. Dios desea restaurar la comunión que una vez disfrutamos con él y anhela acercarse a nosotros, pero llevar a los pecadores a su presencia los destruiría.
«Tú no eres un Dios que se complace en la maldad. El malo no habitará junto a ti» (Salmo 5: 4).
Este versículo refleja la santidad absoluta de Dios y su rechazo a la presencia del pecado en su estado actual. La justicia y pureza de Dios no permiten que el pecado quede sin castigo ni que los impuros puedan estar en su presencia sin mediación.
Al mismo tiempo, David también dice:
«Pero yo, por la riqueza de tu constante amor, entraré en tu casa. Con reverencia adoraré en tu santo templo» (Salmo 5: 7).
Este versículo revela el deseo de acercarse a Dios, confiando en su misericordia y amor inagotable. La entrada en su presencia requiere gratitud, reverencia y un corazón arrepentido, reconociendo que solo por su gracia y sacrificio podemos estar en comunión con Él.
**Lee Hageo 2: 7-9**
Mientras se construía el segundo Templo, el profeta Hageo comunicó la asombrosa promesa de que el nuevo Templo sería más glorioso que el anterior.
¿Pero qué significaba esa promesa?
Cuando Salomón dedicó el primer Templo, la gloria (kabod) de Dios que había acompañado a los hijos de Israel en su camino a Canaán llenó el Templo, por lo que los sacerdotes no pudieron permanecer allí para completar su labor (1 Reyes 8: 10-11). La presencia manifiesta de Dios en aquel momento fue tan intensa que llenó el lugar de su gloria.
Cuando se dedicó el segundo Templo, no estaba en él el Arca del Pacto, que representaba el Trono de Dios, pues Jeremías la había escondido (Jeremías 3: 16-17). La presencia literal de Dios no llenó el Templo esta vez, lo cual fue desgarrador para los creyentes. Entonces, ¿cómo se haría realidad la promesa registrada por Hageo?
La respuesta está en que en ese segundo Templo, Jesús, la encarnación de Dios, apareció en persona, en carne y hueso. Dios mismo salió de detrás del velo para convertirse en uno de nosotros y unirse a nosotros en este mundo arruinado por el pecado. Puesto que el Hijo de Dios era ahora el Hijo del Hombre, podíamos ver su rostro, oír su voz y ser testigos, por ejemplo, de cuando curó con su toque a un leproso impuro (Mateo 8: 3).
En lugar de que nosotros nos acerquemos a Él, Dios se acercó personalmente a nosotros cuando descendió en la persona de Jesús y vino a nuestro encuentro. No es, pues, de extrañar que la Biblia dijera de Jesús:
«La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel, que significa: “Dios con nosotros”» (Mateo 1: 23).
Piensa en lo que esto significa: que el Creador del cosmos haya estado dispuesto no solo a vivir entre nosotros, sino a morir por nosotros. La Cruz es la mayor manifestación del amor de Dios.
**¿De qué otras maneras podemos ver y experimentar la realidad del amor de Dios?**
Podemos experimentarlo a través de la gracia que nos transforma, la presencia del Espíritu Santo en nuestro corazón, las respuestas a nuestras oraciones, la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4: 7), y en la esperanza de la vida eterna que Jesús nos prometió. La Cruz, además, nos invita a amar como Él amó, a servir a los demás y a confiar en que, pese a las dificultades, su amor nunca nos abandona.
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**Jueves, Mayo 08**
**Tú creaste todas las cosas**
Los profetas estuvieron en pocas ocasiones suficientemente cerca de Dios en visión como para que se les permitiera ver el Trono de Dios.
Ezequiel lo vio por encima del firmamento (Ezequiel 1: 26); Isaías visitó el templo del Cielo (Isaías 6: 1).
A su vez, Juan fue escoltado hasta allí en visión y registró una de las descripciones más explícitas que tenemos del Trono de Dios (Apocalipsis 4: 2-11).
Los tipos propios del servicio del Santuario en el Antiguo Testamento indicaban que solo había un camino por el que la humanidad podía entrar en la presencia de Dios: la sangre de Cristo (ver, por ejemplo, Levítico 16: 2, 14).
**Lee Isaías 6: 1-5 y Apocalipsis 4: 2-11. ¿Qué elementos de estas dos visiones son similares? Presta atención al orden de los acontecimientos: ¿Qué tema se presenta primero? ¿Qué viene después? ¿Qué verdad acerca de Dios es subrayada en estas visiones?**
En cada una de estas visiones de la sala del Trono, lo primero que sucede es que los seres celestiales destacan la santidad de Dios.
En la visión de Isaías, la escena es impresionante: el Templo se llenó de humo y «los quiciales de las puertas se estremecieron» (Isaías 6: 4), mientras los serafines proclamaban:
«¡Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria!» (Isaías 6: 3).
En la visión de Juan, los querubines hacen la misma declaración:
«¡Santo, santo, santo es el Señor, el Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir!» (Apocalipsis 4: 8).
Cada profeta presenció una escena deslumbrante acerca de la gloria de Dios, resaltando su santidad absoluta y su carácter infinito.
Luego, en ambas visiones, la reacción del ser humano ante la presencia de Dios es la misma:
Isaías exclama que es un hombre de labios impuros (Isaías 6: 5), reconociendo su indignidad y su pecado.
Juan, por su parte, llora porque se enfrenta a la trágica verdad de que no se puede encontrar a nadie digno (Apocalipsis 5: 4).
Estas reacciones muestran que, cuando somos confrontados directamente con la santidad de Dios, comenzamos a comprender nuestra verdadera condición: somos totalmente indignos y necesitamos a Cristo como Redentor.
Satanás ha lanzado muchas acusaciones contra Dios, argumentando que es arbitrario, egoísta y severo, pero aun un breve momento en la sala del Trono de Dios pone al descubierto las mentiras de Satanás.
Al ver a Cristo como es en realidad, «el Cordero que fue inmolado» (Apocalipsis 5: 12), vemos también al Padre tal cual es.
Cuán reconfortante es saber que, al contemplar a Jesús, descubrimos cómo es el Padre (Juan 14: 9).
Pero, la mayor revelación de cómo es el Padre se aprecia en la muerte de Jesús por nosotros en la Cruz.
**La Cruz, por lo tanto, debería mostrarnos dos cosas:**
- Que Dios nos ama al punto de sacrificarse por nosotros,
- Y que nuestra condición como pecadores es tan grave y desesperada que solo mediante la Cruz podemos ser salvados.
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**Viernes, Mayo 09**
**Para estudiar y meditar**
Las Escrituras dejan claro que Cristo es el único que puede asegurar nuestra salvación.
Su vida fue la única sin pecado, el único ejemplo de una vida que satisfizo perfectamente la gloria del Padre. Él es el Cordero de Dios sin mancha y ahora está a la cabeza de la raza humana como nuestra seguridad eterna.
Al mismo tiempo, cargó con nuestra culpa, satisfaciendo así el juicio que es la respuesta de Dios a la maldad.
Cuando Juan presencia la increíble escena de los seres celestiales reunidos en torno al Trono de Dios, se le dice que deje de llorar porque «el León de la tribu de Judá […] ha vencido» (Apocalipsis 5: 5).
**Reflexiona también sobre lo grave que es el pecado y lo profundamente corrompida que está la humanidad**, al punto de que solo la muerte de Jesús, Dios mismo, podía resolver el problema del pecado.
De haber existido alguna otra manera de salvarnos, no cabe duda de que Dios la habría empleado.
«La quebrantada Ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el universo solamente existía uno que podía satisfacer sus exigencias en lugar del hombre.
Puesto que la Ley divina es tan sagrada como Dios mismo, solo uno igual a Dios podía expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podía salvar al hombre de la maldición de la Ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo.
Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos.
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Sabado 2 de Agosto 2025
A través del Mar Rojo
Lee para el estudio de esta semana
Éxodo 12: 31–36; Santiago 2: 17–20; Éxodo 13: 1–14: 31; Hebreos 11: 22; Éxodo 15: 1–21; Apocalipsis 15: 2–4.
Para memorizar
«Pero Moisés dijo al pueblo: “No teman. Manténganse tranquilos, y verán la salvación que el Señor les dará hoy. Porque esos egipcios que hoy ven, nunca más los verán. El Señor peleará por ustedes. Estén tranquilos”» (Éxo. 14: 13, 14).
El Éxodo es la experiencia más dramática y gloriosa del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Este acontecimiento es el modelo divino de cómo Dios derrotó a los enemigos de los hebreos e introdujo victoriosamente a los israelitas en la Tierra Prometida. También es un símbolo de la salvación y la redención en Cristo.
Desde el punto de vista humano, los hijos de Israel se encontraban en una situación desesperada, de la que no podían librarse por sí mismos. Solo Dios podía salvarlos. Lo mismo ocurre con nosotros y el pecado: estamos en una situación desesperada. Necesitamos algo aún más dramático que el Éxodo: la cruz de Cristo y lo que él hizo allí por nosotros.
Los acontecimientos relacionados con la salida de Israel de la tierra de Gosén, mencionados en Éxodo 12 y rememorados en el cántico de Moisés, alegremente entonado en Éxodo 15, son sobrecogedores y asombrosos. Las señales, prodigios y milagros redentores de Dios alcanzan su apogeo en ese contexto.
Pero, ni siquiera eso es comparable con lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz, de lo cual el drama del Éxodo fue una mera prefiguración.
Domingo 3 de Agosto 2025
Vayan y adoren al Señor
En la noche de Pascua, el juicio divino fue ejecutado sobre quienes no estaban cubiertos por la sangre (Éxo. 12: 1-12). Nadie escapó debido a su posición, educación, estatus social o género. El castigo alcanzó a todas las familias, desde el faraón hasta los esclavos, e incluso a los primogénitos de los animales. El orgullo de Egipto estaba por los suelos.
Lee Éxodo 12: 31 al 36. ¿Qué extraña petición hizo el faraón y por qué, incluso cuando dio permiso para que los hebreos se fueran?
Cuán interesante es la petición del faraón a los hebreos cuando les permitió ir a adorar: «Y bendíganme a mí», o «rueguen a Dios por mí» (DHH).
¿Por qué pediría eso el rey de Egipto, un presunto «dios» en la Tierra y entre su pueblo? Parecía que había comprendido el poder del Dios de los hebreos y deseaba beneficiarse de él. Sin embargo, ¿cómo podía Dios bendecirlo mientras estaba sumido en la rebelión, la terquedad, el pecado y el orgullo? Aunque dio finalmente su consentimiento, no fue por sumisión a la voluntad de Yahvé, sino por la derrota que había sufrido. No estaba arrepentido, como lo revelarían sus acciones posteriores. Simplemente, quería detener la devastación que estaba destruyendo su reino.
Faraón fue humillado y dio permiso a Israel para salir de Egipto ante las trágicas consecuencias de la peor plaga. Permite ahora lo que se negó a conceder tantas veces antes, cuando demostró que no le importaba el sufrimiento que sus acciones acarreaban a su nación.
Comprensiblemente, el pueblo egipcio también deseaba que los hebreos se fueran. Por favor, váyanse o «todos moriremos», dijeron.
Mientras tanto, Dios hizo provisión para que los israelitas no salieran de Egipto con las manos vacías, sino con lo que necesitarían para lo que resultó una experiencia mucho más prolongada que lo previsto. Los egipcios dieron a los hebreos preciosos artículos para apresurar la salida de ellos del país. Por otra parte, lo recibido eran salarios negados a los israelitas durante siglos de esclavitud. Seguramente los egipcios consideraron aquello como algo muy módico con tal de sacar a los hebreos de su tierra.
¿Cuántas veces nos hemos «arrepentido» de ciertas acciones solo por sus consecuencias y no porque sintiéramos que, en sí mismas, fueran incorrectas? ¿Por qué ese tipo de arrepentimiento no es verdadero? ¿Cómo podemos aprender a arrepentirnos de pecados por los que, en cierto sentido, no afrontamos consecuencias negativas, al menos a corto plazo?
Lunes 4 de Agosto 2025
La consagración del primogénito
El tiempo prometido de la redención, de la liberación, estaba a punto de llegar. El pueblo debía estar preparado. No bastaba con creer, debían actuar en consecuencia. Dios les había dicho lo que tenían que hacer; ahora tenían que hacerlo por fe. Aunque en un contexto totalmente diferente de aquel en el que Santiago estaba escribiendo, el principio destacado es en ambos casos el mismo: «¿Quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras está muerta?» (Sant. 2: 20).
Lee Éxodo 13: 1 al 16. Los primogénitos israelitas fueron perdonados por la gracia de Dios durante la última plaga. ¿Cuál es la razón de ser de ese mandato divino perpetuo y qué debería significar para nosotros hoy?
Dios protegió misericordiosamente a las familias israelitas que estaban, por así decirlo, bajo la sangre porque habían marcado por fe los dinteles de sus puertas. Estas nuevas instrucciones vinieron del Señor a través de Moisés: «Conságrame todo primogénito varón» (Éxo. 13: 2). Esta legislación era válida tanto para los humanos como para los animales.
Un principio que subyace tras este mandato es que todo pertenece a Dios, pues es nuestro Creador y el Dueño de cuanto existe: «Del Señor es la tierra y su plenitud, el mundo y los que habitan en él» (Sal. 24: 1). «Mía es la plata, mío es el oro –dice el Señor Todopoderoso» (Hag. 2: 8). Los primogénitos de los israelitas eran el primer fruto de las bendiciones concedidas a ellos por Dios. Eran también una señal de su total consagración a él y de que comprendían que todo lo que poseían procedía solo de él.
También vemos aquí la idea de redención, de salvación. Los primogénitos se libraban de la muerte porque estaban cubiertos o salvaguardados por la sangre. Fueron redimidos de la muerte como lo son quienes están bajo la sangre de Jesús. Como dice Pablo acerca de Jesús: «En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados» (Col. 1: 14).
Dios dio a los hebreos ciertas normas acerca de cómo debía ser presentada la ofrenda correspondiente en celebración de su liberación de la esclavitud en Egipto. Los animales debían ser sacrificados, pero los hijos debían ser redimidos (Éxo. 13: 12, 13, 15).
Éxodo 13: 16 se refiere a lo que debían colocar en sus manos y entre sus ojos. ¿Cómo simboliza esto la importante verdad espiritual de que, independientemente de cuánta fe tengamos, debemos actuar en armonía con esa fe?
Martes 5 de Agosto 2025
El cruce del mar rojo
Lee Éxodo 13: 17 a 14: 12. ¿Cómo guio Dios a los israelitas cuando salieron de Egipto y qué ocurrió después?
En armonía con las instrucciones dadas por Dios a Moisés, los israelitas salieron de Egipto como un ejército bien organizado. Los términos hebreos tsaba” y majaneh, traducidos como «ejércitos», «escuadrones», «campamento» y «huestes», atestiguan esa descripción (Éxo. 6: 26; 7: 4; 12: 17, 41, 51; 14: 19, 20; compara con Éxo. 13: 18). Los hebreos se dividieron en unidades y marcharon como un ejército. Más tarde, Balaam vio desde las colinas de Moab que Israel estaba «acampando por tribus» (Núm. 24: 2, NVI).
Mientras tanto, «Moisés llevó consigo los huesos de José» (Éxo. 13: 19). Este es un detalle muy importante del texto, y revela el cumplimiento de las promesas de Dios en respuesta a la fe de José, quien nunca perdió de vista la Tierra Prometida aun en medio del esplendor y los privilegios de Egipto. Pidió que sus huesos fueran llevados a la tierra de Canaán (Gén. 50: 24, 25). Creía que el Señor visitaría a Israel en Egipto y lo llevaría a la tierra, como había jurado (Heb. 11: 22). Cuando Israel llegó a Canaán, los huesos de José fueron sepultados en Siquem (Jos. 24: 32).
La columna de nube y la de fuego eran señales visibles de la presencia de Dios entre su pueblo. El Señor habitaba allí y se comunicaba con ellos también desde la nube (Éxo. 14: 24; Núm. 12: 5, 6).
El faraón reveló ahora los verdaderos motivos de su corazón. No estaba convertido y nunca se arrepintió de verdad. Su petición a Dios para que lo bendijera era una farsa, tal vez un autoengaño. Reunió a su ejército y fueron tras sus esclavos fugitivos. ¡Cuán totalmente cegado por el pecado estaba realmente este hombre!
Cuando el pueblo vio venir al ejército del faraón, pronunció palabras y expresó sentimientos de los que se harían eco más de una vez: «¿No había sepulcros en Egipto, que nos sacaste a morir en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros al sacarnos de Egipto?» (Éxo. 14: 11).
Aun después de haber visto manifestaciones tan dramáticas del poder de Dios, que incluyeron el libramiento de sus hijos primogénitos, el pueblo seguía mostrando una asombrosa falta de fe.
Piensa en la última vez que te enfrentaste a una situación terrible. ¿Cuál fue tu primera reacción: confianza en Dios o falta de fe? ¿Qué lecciones deberías haber aprendido de esa situación que podrían ayudarte la próxima vez que enfrentes otra?
Miercole 6 de Agosto 2025
Avanzando por fe
Lee Éxodo 14: 13 al 31. A pesar de su falta de fe, ¿qué hizo Dios por los hijos de Israel?
Puesto que Moisés confiaba de todo corazón en Dios y en su Palabra, animó al pueblo. Presentó cuatro puntos cruciales acerca de cómo actuar en situaciones difíciles:
«No teman» (Éxo. 14: 13). El primer llamamiento es a confiar en el Señor, pues solo así es posible vencer el temor. Isaías nos recuerda esta verdad al afirmar que los creyentes están en las manos de Dios y que él actuará en favor de ellos si lo aceptan como su Dios y Señor: «No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que yo soy tu Dios [...]. Porque yo, el Señor, soy tu Dios, que te sostiene de tu mano derecha y te dice: “No temas. Yo te ayudo”» (Isa. 41: 10, 13).
«Manténganse tranquilos» (Éxo. 14: 13). «Mantenerse tranquilos» no significa solo dejar de murmurar y esperar grandes cosas, sino confiar en Dios y esperar pacientemente su poderosa intervención, ya que él actuará.
«Verán la salvación que el Señor les dará hoy» (Éxo. 14: 13). Para que nuestra fe crezca, es importante reconocer el liderazgo y la ayuda de Dios, y agradecer su asistencia prometida. «Ver» significa abrir los ojos (porque la incredulidad es ciega). Solo Dios puede proporcionar la victoria, la seguridad y la salvación. Dios siempre está disponible, cuidando de nosotros y proveyendo lo que necesitamos en el momento apropiado.
«El Señor peleará por ustedes» (Éxo. 14: 14). Esto indica lo que Dios hará: Luchará personalmente por su pueblo. El Calvario es la prueba definitiva de ello, pues en la cruz Cristo derrotó a Satanás para darnos la vida eterna (Juan 5: 24; Heb. 2: 14; Apoc. 12: 10, 11). Incluso los egipcios reconocieron que el Señor luchaba por los israelitas (Éxo. 14: 25).
La orden dada por Dios a Moisés fue clara: «Marchen». Dios desplegó su plan de acción paso a paso: (1) el Ángel de Dios y la columna de nube se desplazaron desde la parte delantera del campamento de Israel y se situaron detrás de ellos, protegiéndolos del ejército egipcio; (2) Moisés extendió por fe su mano sobre el mar; (3) el Señor dividió el agua y la secó con un fuerte viento; y (4) el resultado fue que los israelitas atravesaron el mar con seguridad y sobre tierra seca hasta la otra orilla. Los egipcios los persiguieron ciegamente pues se negaron a ver que Dios estaba haciendo cosas extraordinarias por su pueblo hasta que fue demasiado tarde, como lo reveló su confesión en Éxodo 14: 25.
Jueves 7 de Agosto 2025
El cántico de Moisés y de María
Todo el ejército egipcio fue derrotado y nadie sobrevivió, incluido el faraón (ver Sal. 136: 15). Fue una derrota impresionante para los egipcios y una victoria completa para el pueblo de Dios. No es de extrañar que, a lo largo de toda su historia y hasta el día de hoy, los judíos revivan este incidente.
Lee Éxodo 15: 1 al 21. ¿Cuál es el contenido del cántico de Moisés?
Este cántico alaba al Señor porque es un Guerrero poderoso que derrotó a quienes se oponían a su pueblo. Moisés desarrolla personalmente este tema subrayando que el Señor, su Dios, es también su fortaleza, su canción y su salvación. Nadie es como él, «magnífico en santidad, terrible en prodigios, autor de maravillas» (Éxo. 15: 11).
El cántico de Moisés habla de quién es Dios y de lo que hace. El Señor es exaltado, alabado y admirado por su extraordinaria obra en favor de su pueblo. La gratitud y la adoración son el resultado natural de la bondad de Dios para con nosotros. El aprecio por su amor es el prerrequisito para disfrutar de una vida espiritual vibrante. El amor inquebrantable de Dios es especialmente enfatizado y glorificado porque él conducirá al pueblo que ha redimido hasta su santa morada. Moisés predice que Dios establecerá el Santuario en el monte de su heredad (Éxo. 15: 17) en referencia a Sion y al templo de Jerusalén.
En Apocalipsis 15: 2 al 4, los redimidos cantan el cántico de Moisés y del Cordero. ¿Puedes imaginar cómo sonará en el Cielo esta alabanza a Dios por sus grandes y maravillosas obras, por sus juicios justos y verdaderos, por sus acciones justas y su santidad?
Observa lo que dice la última línea del cántico: «Todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus actos de justicia han quedado manifiestos» (vers. 4). Es decir, cuando los juicios de Dios, especialmente los que tienen que ver con el mal y la opresión que durante milenios han quedado impunes, se hayan manifestado, los redimidos de las naciones lo alabarán por esos juicios.
Immanuel Kant dijo que si Dios es justo debe haber algún tipo de vida después de la muerte. ¿Por qué es tan acertada esa afirmación y cómo podemos aprender a confiar en que un día llegará la justicia que tanta falta hace en nuestro mundo? ¿Qué consuelo puede darnos esa esperanza?
Viernes 8 de Agosto 2025
Para estudiar y meditar
Lee el capítulo titulado «El Éxodo» en el libro Patriarcas y profetas, de Elena G. de White, pp. 253-262.
Dios estaba con los israelitas a pesar de su poca fe. Deseaba instruirlos y guiarlos a fin de que pensaran y se comportaran como su pueblo elegido. Dios los guio pacientemente y los dirigió a un lugar donde encontrarían menos desafíos. Elena G. de White dice lo siguiente al respecto: «Los israelitas no estaban preparados para un encuentro con aquel pueblo fuerte y belicoso. Tenían un conocimiento muy limitado de Dios y muy poca fe en él, y se habrían aterrorizado y desanimado. Carecían de armas y no estaban habituados a la guerra; tenían el espíritu deprimido por su prolongada servidumbre, y se hallaban impedidos por las mujeres y los niños, los rebaños y las manadas. Al dirigirlos por la ruta del Mar Rojo, el Señor se reveló como un Dios compasivo y juicioso» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 254).
Acerca del cántico de Moisés, el Comentario bíblico Andrews dice lo siguiente: «La certeza de este acto redentor de Dios en la historia nos asegura que nada tenemos que temer del futuro. La última estrofa se centra en los enemigos futuros que tendrían que ser enfrentados en la conquista de Canaán. Por causa del “brazo poderoso” (RVC) de Dios, enmudecerían “como una piedra” (v. 16). Cuando enfrentamos certeras imposibilidades, cuando nos sentimos acorralados y no sabemos adónde acudir, podemos encontrar seguridad en “el cántico de Moisés”, porque conmemora un gran acontecimiento de la historia del pueblo de Dios» (Comentario bíblico Andrews, t. 1, p. 250).
Preguntas para dialogar:
¿Por qué nos encontramos tan a menudo en la posición de los hebreos después de su increíble liberación de Egipto, pero antes del desafío del Mar Rojo? Es decir, ¿por qué nos sigue resultando tan fácil mostrar y expresar falta de fe a pesar de tantas demostraciones divinas de bondad y amor para con nosotros?
¿Por qué el faraón siguió persiguiendo a Israel después de todo lo sucedido, incluida la muerte de los primogénitos? ¿Qué nos enseña esto sobre el peligro de persistir en el pecado?
Aunque todos enfrentamos a veces pruebas terribles, muchos hemos tenido (y seguimos teniendo) días muy buenos y momentos en los que no nos ocurre nada malo a nosotros ni a nuestros seres queridos. ¿Por qué deberíamos considerar esos momentos como una demostración de la gracia y la protección de Dios, sobre todo en vista de que vivimos en territorio «enemigo»? Es decir, ¿por qué deberíamos acordarnos siempre de alabar a Dios en los buenos tiempos, ya que no sabemos de qué calamidades hemos sido librados?.