Sábado, Mayo 03
Entendiendo el sacrificio
Lee para el estudio de esta semana
Isaías 1: 2-15; Hebreos 10: 3-10; Éxodo 12: 1-11; 1 Corintios 5: 7; Hageo 2: 7-9; Isaías 6: 1-5; Apocalipsis 4: 7-11.
**Para memorizar**
«Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”» (Apoc. 5: 9, RVR 1960).
Cuando Jesús vino a él, Juan el Bautista declaró: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Juan 1: 29). Esa era una referencia inequívoca a los sacrificios que simbolizaban la muerte sustitutoria de Cristo en favor de la humanidad.
El tema del sacrificio animal recorre toda la Biblia como un hilo escarlata y desempeña un papel central en la gran escena del trono de Dios de Apocalipsis 4 y 5. El hecho de que Jesús sea simbolizado como un cordero inmolado en esta escena crucial (Apoc. 5: 6) es una clave importante para comprender todo el episodio profético.
Esta semana veremos algunos temas relacionados con el sacrificio y que forman parte de nuestra comprensión de Jesús, el Cordero inmolado, el claro protagonista de la escena de la sala del Trono. Él es reconocido como el único digno, lo que destaca la obra del Señor, prefigurada por el sistema sacrificial del Santuario terrenal, como un Dios de amor infinito que estuvo dispuesto al sacrificio supremo, un acto del que nosotros y las demás inteligencias del universo nos maravillaremos por la eternidad.
---
**Domingo, Mayo 04**
**¿Sacrificios inútiles?**
Contrastar dos ideas puede resultar muy instructivo. Por ejemplo, se puede aprender mucho acerca de la perspectiva bíblica del sacrificio al observar los momentos en los que Dios rechazó los sacrificios de su pueblo.
Compara Isaías 1: 2 al 15 con Isaías 56: 6 y 7, y Salmo 51: 17. ¿Qué lecciones importantes enseñan estos textos acerca del sacrificio?
**Isaías 1: 2-15**
En este pasaje, Dios denuncia la hipocresía de Israel, que realiza sacrificios en el templo, pero su corazón está lejos de Él. El Señor rechaza estos sacrificios porque son rituales vacíos, realizados sin verdadera devoción ni justicia. Él dice que sus ofrendas no son aceptables porque la conducta del pueblo contradice sus palabras, y en lugar de arrepentimiento, promueve la injusticia y la opresión (versículo 11-15). La lección aquí es que los rituales externos no sustituyen una relación sincera y transformadora con Dios.
**Isaías 56: 6-7**
Este pasaje revela que Dios acepta y busca a quienes se acercan a Él con sinceridad, incluso aquellos que no son de Israel, si cumplen con la verdadera justicia y sinceridad de corazón. La idea es que los sacrificios deben ir acompañados de una actitud humilde y de justicia, no solo de rituales externos. Aquí, Dios expresa que su casa será llamada una casa de oración para todos los pueblos, resaltando que la verdadera adoración trasciende las formas externas y requiere un corazón entregado.
**Salmo 51: 17**
El salmista expresa que los sacrificios externos no le agradan a Dios, sino un corazón contrito y humillado. La mejor ofrenda a Dios es un espíritu quebrantado y arrepentido. Esto reafirma que la verdadera adoración es interna, nacida de un corazón arrepentido y dispuesto a cambiar.
**Lecciones importantes:**
Estas citas enseñan que los sacrificios en sí mismos no son suficientes si no reflejan una verdadera actitud de arrepentimiento, justicia y entrega a Dios. La adoración que agrada a Dios es aquella que nace de un corazón humillado y sincero, que se traduce en acciones justas y en una relación genuina con Él.
Este trágico episodio de la historia de Israel no fue la primera ocasión en que Dios rechazó un sacrificio. Algo similar ocurrió cerca del comienzo de la historia de la salvación, cuando el sacrificio de Abel fue aprobado y aceptado por Dios a diferencia del de Caín. Ese incidente nos brinda la oportunidad de contrastar los sacrificios que son aceptables con los que no lo son (ver Gén. 4: 3-7; Heb. 11: 4).
**Génesis 4: 3-7**
Caín ofreció frutos de su trabajo, pero sin la actitud correcta. Dios no aceptó su sacrificio porque no era acompañado de un corazón arrepentido ni de fe. Abel, en cambio, ofreció un animal, un sacrificio conforme a lo que Dios había pedido, con fe y sinceridad, y fue aceptado.
**Hebreos 11: 4**
Aquí se reconoce que por la fe, Abel ofreció un sacrificio más aceptable, lo que indica que no solo el acto externo importa, sino la motivación y la confianza en Dios. Abel entendía los principios de la redención y en su ofrenda reflejaba su fe en la futura obra de Cristo.
En tiempos de Isaías, Israel cumplía con las prácticas religiosas de manera superficial, marcando casillas como si fueran tareas mínimas para apaciguar a Dios, mientras vivían a su antojo. Sus sacrificios estaban centrados en sí mismos, igual que los de Caín, y no reflejaban una actitud de entrega y sumisión a Dios.
Ese es el mismo espíritu de autosuficiencia que anima a los reinos de este mundo. Caín vivía a su antojo mientras ofrecía a Dios rituales vacíos realizados bajo sus propios términos. Es razonable pensar que veía a Dios como un obstáculo para seguir su propio camino, aunque lo temía lo suficiente como para cumplir con lo mínimo requerido.
Por el contrario, Abel ofreció un cordero, el sacrificio que Dios había pedido, el que representaba la promesa que Dios había hecho de un Mesías venidero (Gén. 3: 15) y señalaba hacia el acto salvador de Cristo en el Calvario.
**Génesis 3: 15**
Este versículo anuncia la futura victoria del Mesías, que sería herido en la cabeza por Satanás, pero que vencería mediante su sacrificio. Abel, en su ofrenda, simbolizaba esa promesa de redención futura.
«Abel comprendía los grandes principios de la redención. Veía que era pecador, y que el pecado y su pena de muerte se interponían entre su alma y la comunión con Dios. Trajo la víctima inmolada, la vida sacrificada, y así reconoció las demandas de la ley que había sido quebrantada. En la sangre derramada contempló el futuro sacrificio, a Cristo muriendo en la cruz del Calvario; y al confiar en la expiación que iba a realizarse allí, obtuvo testimonio de que era justo, y de que su ofrenda había sido aceptada» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 52, 53).
¡Qué importante es protegernos de simplemente cumplir con los rituales religiosos sin un verdadero compromiso con Dios! ¿Cómo podemos experimentar lo que significa depender totalmente de la muerte de Jesús como nuestra única esperanza de salvación?
**Lunes, Mayo 05**
**Sangre de toros y de machos cabríos**
Algunos han criticado la idea del sacrificio como algo cruel e injusto. Sin embargo, ese es precisamente el punto. La muerte de Cristo fue cruel e injusta. El inocente murió en lugar de los culpables. Eso era lo necesario para resolver el problema del pecado. Y esa muerte, la de Cristo, era lo que señalaban todos los sacrificios crueles e injustos de animales inocentes.
**Lee Hebreos 10: 3 al 10. ¿Qué nos enseña este pasaje acerca de los sacrificios que el pueblo de Dios ofrecía en la época del Antiguo Testamento? Si esos sacrificios no podían realmente salvar a los pecadores, ¿cuál era entonces su propósito?**
**Hebreos 10: 3-10**
Este pasaje explica que los sacrificios animales solo tenían un efecto temporal, recordando los pecados de quienes los ofrecían, pero no podían quitar verdaderamente el pecado ni transformar el corazón del pecador. El autor señala que estos sacrificios se repetían constantemente porque no podían hacer perfecta a la conciencia de los que los ofrecían; en realidad, solo servían como una sombra o símbolo de la obra redentora futura.
El propósito principal de estos sacrificios era señalar hacia la obra suprema de Cristo, el verdadero sacrificio que quita el pecado de manera definitiva. La repetición constante de los sacrificios en el sistema mosaico subrayaba la insuficiencia de los animales para eliminar el pecado, pero a la vez, preparaba a los creyentes para aceptar la obra perfecta de Jesús, quien, con su sacrificio, ofrecido una sola vez, cumplió los requisitos de la ley y perfeccionó para siempre a los que se acercan a Dios por medio de Él.
**Los corderos y otros animales sacrificados eran meros símbolos que apuntaban hacia el sacrificio expiatorio del Cordero de Dios. Eran actos de fe que daban a los pecadores la oportunidad concreta de expresar su confianza en la obra del Mesías venidero.**
A menudo nos referimos a esta clase de representaciones sacrificiales como «tipos», o modelos ilustrativos, que encontraron su cumplimiento cuando fueron reemplazados por su correspondiente «antitipo»; es decir, por la realidad que ellos anunciaban o representaban anticipadamente. Algunos incluso han descrito esos sacrificios como «miniprofecías» acerca de la muerte de Jesús en la Cruz.
**Los rituales asociados al sacrificio** se parecían a la compra de un pasaje para realizar un viaje. Cuando se compra un pasaje de tren, de autobús o de avión, no se recibe inmediatamente el viaje por el que se ha pagado. En su lugar, uno recibe un billete o tarjeta de embarque, un símbolo o promesa del viaje que hará. Uno puede sentarse sobre ese trozo de papel, pero eso no lo llevará a ningún lugar. No obstante, cuando la persona está ya dentro del medio de transporte y comienza el viaje, ha recibido aquello por lo que pagó. El pasaje, el trozo de papel, deja entonces de ser necesario.
**Lo mismo ocurría con los animales sacrificados**. Desempeñaban un papel importante, pero una vez realizado el verdadero sacrificio, el de Cristo en la Cruz, dejaron de tener sentido, algo que resultó evidente cuando el velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo del Santuario terrenal se rasgó al morir Jesús.
«Entonces el velo del templo se rasgó en dos, desde arriba hacia abajo» (Marcos 15: 38).
Este evento simboliza que, mediante la muerte de Jesús, el acceso directo a la presencia de Dios fue abierto para todos, eliminando la necesidad de los rituales y sacrificios temporales del sistema mosaico. El sistema de sacrificios, el Templo y todo lo demás señalaban a la muerte de Jesús en la Cruz. Una vez que Jesús cumplió su misión en la Cruz y resucitó victorioso, los tipos o representaciones se volvieron innecesarios, pues la realidad había llegado en la persona de Cristo.
**Piensa en cuán grave es el pecado**, al punto de que solo la muerte de Jesús, el Verbo encarnado (ver Juan 1: 1-3, 14), podía expiarlo.
**¿Qué nos dice esto acerca de cuál debe ser nuestra actitud hacia el pecado?**
La magnitud del sacrificio revela que el pecado es una ofensa grave contra la santidad de Dios, y solo un sacrificio perfecto y completo, como el de Jesús, puede remediar esa ofensa. Por ello, debemos tener una actitud de arrepentimiento genuino, humildad y reconocimiento de nuestra necesidad de la gracia de Dios para ser perdonados y transformados.
---
**Martes, Mayo 06**
**El cordero de la pascua**
El libro de Apocalipsis se refiere a Jesús como «el Cordero» casi treinta veces.
El pueblo de Dios ha utilizado corderos como símbolos del Mesías venidero desde el inicio mismo del Plan de Redención. Abel ofreció «de los primerizos de sus ovejas» (Génesis 4: 4), y antes de que Israel partiera de Egipto hacia la Tierra Prometida, se le ordenó que redimiera a cada persona o animal primogénito sacrificando en su lugar un cordero de un año (Éxodo 12: 5).
**Lee Éxodo 12: 1-11; Isaías 53: 7 y 8; 1 Corintios 5: 7; y Apocalipsis 5: 6. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de Jesús como sacrificio pascual? ¿Qué significa eso para cada uno de nosotros?**
**Éxodo 12: 1-11**
Este pasaje describe la institución de la Pascua, en la que los israelitas debían sacrificar un cordero sin defecto y marcar sus puertas con su sangre. La sangre del cordero protegía a los hogares del juicio de la muerte, que azotaba a Egipto, y señalaba a la futura redención en Cristo, cuyo sacrificio sería la verdadera protección contra la muerte eterna.
**Isaías 53: 7 y 8**
Este capítulo profetiza el sufrimiento del Mesías, comparándolo con un cordero llevado al matadero, que no abre su boca. La descripción muestra que Jesús, como el Cordero de Dios, aceptó su sacrificio con humildad y sin resistencia, sometiéndose para cumplir la voluntad de Dios y redimir a la humanidad.
**1 Corintios 5: 7**
Pablo llama a Jesús «el Cordero pascual», señalando que su sacrificio es el cumplimiento perfecto de la Pascua. La limpieza y pureza del cristiano deben reflejar esa realidad, ya que Cristo, nuestro Cordero, nos purifica del pecado.
**Apocalipsis 5: 6**
Aquí, Jesús es representado como un Cordero que fue inmolado, pero que también está en medio del trono, símbolo de autoridad y victoria. Su sacrificio fue completo, y ahora reina victorioso, como el Cordero que fue inmolado pero vive para siempre.
**¿Qué nos enseñan estos textos acerca de Jesús como sacrificio pascual?**
Que Jesús, en su muerte, cumplió y superó todas las expectativas del sacrificio pascual. Él es el Cordero sin mancha, cuya sangre nos protege del juicio y nos ofrece redención y vida eterna. Para cada uno de nosotros, esto significa que debemos aceptar esa gracia, vivir en pureza y reflejar en nuestra vida el carácter de Jesús, quien se entregó por amor y por la salvación del mundo.
**¿Cómo podemos reflejar mejor el carácter perfecto de Jesús en nuestra vida?**
Al imitar su humildad, su amor sacrificial y su obediencia perfecta, buscando vivir en justicia, misericordia y verdad. También, fortaleciendo nuestra fe en su obra redentora y permitiendo que su espíritu transforme nuestro carácter para que podamos ser testimonios vivos de su gracia.
**Miércoles, Mayo 07**
**Jesús en el templo**
Hay tensión en toda la historia de la Salvación. Dios desea restaurar la comunión que una vez disfrutamos con él y anhela acercarse a nosotros, pero llevar a los pecadores a su presencia los destruiría.
«Tú no eres un Dios que se complace en la maldad. El malo no habitará junto a ti» (Salmo 5: 4).
Este versículo refleja la santidad absoluta de Dios y su rechazo a la presencia del pecado en su estado actual. La justicia y pureza de Dios no permiten que el pecado quede sin castigo ni que los impuros puedan estar en su presencia sin mediación.
Al mismo tiempo, David también dice:
«Pero yo, por la riqueza de tu constante amor, entraré en tu casa. Con reverencia adoraré en tu santo templo» (Salmo 5: 7).
Este versículo revela el deseo de acercarse a Dios, confiando en su misericordia y amor inagotable. La entrada en su presencia requiere gratitud, reverencia y un corazón arrepentido, reconociendo que solo por su gracia y sacrificio podemos estar en comunión con Él.
**Lee Hageo 2: 7-9**
Mientras se construía el segundo Templo, el profeta Hageo comunicó la asombrosa promesa de que el nuevo Templo sería más glorioso que el anterior.
¿Pero qué significaba esa promesa?
Cuando Salomón dedicó el primer Templo, la gloria (kabod) de Dios que había acompañado a los hijos de Israel en su camino a Canaán llenó el Templo, por lo que los sacerdotes no pudieron permanecer allí para completar su labor (1 Reyes 8: 10-11). La presencia manifiesta de Dios en aquel momento fue tan intensa que llenó el lugar de su gloria.
Cuando se dedicó el segundo Templo, no estaba en él el Arca del Pacto, que representaba el Trono de Dios, pues Jeremías la había escondido (Jeremías 3: 16-17). La presencia literal de Dios no llenó el Templo esta vez, lo cual fue desgarrador para los creyentes. Entonces, ¿cómo se haría realidad la promesa registrada por Hageo?
La respuesta está en que en ese segundo Templo, Jesús, la encarnación de Dios, apareció en persona, en carne y hueso. Dios mismo salió de detrás del velo para convertirse en uno de nosotros y unirse a nosotros en este mundo arruinado por el pecado. Puesto que el Hijo de Dios era ahora el Hijo del Hombre, podíamos ver su rostro, oír su voz y ser testigos, por ejemplo, de cuando curó con su toque a un leproso impuro (Mateo 8: 3).
En lugar de que nosotros nos acerquemos a Él, Dios se acercó personalmente a nosotros cuando descendió en la persona de Jesús y vino a nuestro encuentro. No es, pues, de extrañar que la Biblia dijera de Jesús:
«La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel, que significa: “Dios con nosotros”» (Mateo 1: 23).
Piensa en lo que esto significa: que el Creador del cosmos haya estado dispuesto no solo a vivir entre nosotros, sino a morir por nosotros. La Cruz es la mayor manifestación del amor de Dios.
**¿De qué otras maneras podemos ver y experimentar la realidad del amor de Dios?**
Podemos experimentarlo a través de la gracia que nos transforma, la presencia del Espíritu Santo en nuestro corazón, las respuestas a nuestras oraciones, la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4: 7), y en la esperanza de la vida eterna que Jesús nos prometió. La Cruz, además, nos invita a amar como Él amó, a servir a los demás y a confiar en que, pese a las dificultades, su amor nunca nos abandona.
---
**Jueves, Mayo 08**
**Tú creaste todas las cosas**
Los profetas estuvieron en pocas ocasiones suficientemente cerca de Dios en visión como para que se les permitiera ver el Trono de Dios.
Ezequiel lo vio por encima del firmamento (Ezequiel 1: 26); Isaías visitó el templo del Cielo (Isaías 6: 1).
A su vez, Juan fue escoltado hasta allí en visión y registró una de las descripciones más explícitas que tenemos del Trono de Dios (Apocalipsis 4: 2-11).
Los tipos propios del servicio del Santuario en el Antiguo Testamento indicaban que solo había un camino por el que la humanidad podía entrar en la presencia de Dios: la sangre de Cristo (ver, por ejemplo, Levítico 16: 2, 14).
**Lee Isaías 6: 1-5 y Apocalipsis 4: 2-11. ¿Qué elementos de estas dos visiones son similares? Presta atención al orden de los acontecimientos: ¿Qué tema se presenta primero? ¿Qué viene después? ¿Qué verdad acerca de Dios es subrayada en estas visiones?**
En cada una de estas visiones de la sala del Trono, lo primero que sucede es que los seres celestiales destacan la santidad de Dios.
En la visión de Isaías, la escena es impresionante: el Templo se llenó de humo y «los quiciales de las puertas se estremecieron» (Isaías 6: 4), mientras los serafines proclamaban:
«¡Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria!» (Isaías 6: 3).
En la visión de Juan, los querubines hacen la misma declaración:
«¡Santo, santo, santo es el Señor, el Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir!» (Apocalipsis 4: 8).
Cada profeta presenció una escena deslumbrante acerca de la gloria de Dios, resaltando su santidad absoluta y su carácter infinito.
Luego, en ambas visiones, la reacción del ser humano ante la presencia de Dios es la misma:
Isaías exclama que es un hombre de labios impuros (Isaías 6: 5), reconociendo su indignidad y su pecado.
Juan, por su parte, llora porque se enfrenta a la trágica verdad de que no se puede encontrar a nadie digno (Apocalipsis 5: 4).
Estas reacciones muestran que, cuando somos confrontados directamente con la santidad de Dios, comenzamos a comprender nuestra verdadera condición: somos totalmente indignos y necesitamos a Cristo como Redentor.
Satanás ha lanzado muchas acusaciones contra Dios, argumentando que es arbitrario, egoísta y severo, pero aun un breve momento en la sala del Trono de Dios pone al descubierto las mentiras de Satanás.
Al ver a Cristo como es en realidad, «el Cordero que fue inmolado» (Apocalipsis 5: 12), vemos también al Padre tal cual es.
Cuán reconfortante es saber que, al contemplar a Jesús, descubrimos cómo es el Padre (Juan 14: 9).
Pero, la mayor revelación de cómo es el Padre se aprecia en la muerte de Jesús por nosotros en la Cruz.
**La Cruz, por lo tanto, debería mostrarnos dos cosas:**
- Que Dios nos ama al punto de sacrificarse por nosotros,
- Y que nuestra condición como pecadores es tan grave y desesperada que solo mediante la Cruz podemos ser salvados.
---
**Viernes, Mayo 09**
**Para estudiar y meditar**
Las Escrituras dejan claro que Cristo es el único que puede asegurar nuestra salvación.
Su vida fue la única sin pecado, el único ejemplo de una vida que satisfizo perfectamente la gloria del Padre. Él es el Cordero de Dios sin mancha y ahora está a la cabeza de la raza humana como nuestra seguridad eterna.
Al mismo tiempo, cargó con nuestra culpa, satisfaciendo así el juicio que es la respuesta de Dios a la maldad.
Cuando Juan presencia la increíble escena de los seres celestiales reunidos en torno al Trono de Dios, se le dice que deje de llorar porque «el León de la tribu de Judá […] ha vencido» (Apocalipsis 5: 5).
**Reflexiona también sobre lo grave que es el pecado y lo profundamente corrompida que está la humanidad**, al punto de que solo la muerte de Jesús, Dios mismo, podía resolver el problema del pecado.
De haber existido alguna otra manera de salvarnos, no cabe duda de que Dios la habría empleado.
«La quebrantada Ley de Dios exigía la vida del pecador. En todo el universo solamente existía uno que podía satisfacer sus exigencias en lugar del hombre.
Puesto que la Ley divina es tan sagrada como Dios mismo, solo uno igual a Dios podía expiar su transgresión. Ninguno sino Cristo podía salvar al hombre de la maldición de la Ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo.
Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos.

"Escuela Sabática adultos 2025, cuarto trimestre (octubre-diciembre). Estudio: Lecciones de Josué acerca de la fe, escrito por Barna Magyarosi."

Explora un recorrido temático por los eventos clave de la historia de Israel, desde las plagas de Egipto hasta la construcción del Tabernáculo, con el objetivo de extraer lecciones prácticas y espirituales aplicables a la vida del creyente de hoy. Este estudio bíblico en PDF y en línea busca mostrar cómo la historia de Israel sirve como advertencia e instrucción, permitiendo comprender y aplicar sus principios espirituales en nuestra vida cotidiana. Incluye una introducción y trece lecciones detalladas: desde la opresión y el nacimiento de Moisés, pasando por la zarza ardiente, las plagas, la Pascua, la apertura del Mar Rojo, hasta el Pan y el Agua de Vida, el pacto en el Sinaí, cómo vivir la Ley, la apostasía e intercesión, la petición de ver la gloria de Dios, y finalmente, la construcción del Tabernáculo. Cada lección está disponible en PDF y en línea, facilitando el estudio personal, grupal o en clases bíblicas. Aprovecha estos recursos gratuitos para profundizar en la historia bíblica, fortalecer tu fe y entender cómo los principios de Israel pueden guiar y transformar tu vida espiritual hoy.
Lección 12: Para el 20 de diciembre de 2025
¡DIOS ES FIEL!
Sábado 13 de diciembre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Josué 21:43–45; 2 Timoteo 2:11–13; Josué 23; Apocalipsis 14:10, 19; Deuteronomio 6:5. PARA MEMORIZAR: “No faltó ninguna palabra de las buenas que el Señor había hablado a la casa de Israel. Todo se cumplió” (Jos. 21:45).
Cuando John F. Kennedy se dirigió a Estados Unidos en su primer discurso como presidente, el 20 de enero de 1961, su mensaje solo tuvo 1.366 palabras, pero dejó una huella indeleble en la mente de los estadounidenses. Mientras animaba a su país a centrarse en sus responsabilidades en lugar de en sus privilegios, dijo: “Con la conciencia tranquila como única recompensa segura y la historia como juez final de nuestros actos, avancemos para dirigir la tierra que amamos, pidiendo la bendición de Dios y su ayuda, pero sabiendo que su obra aquí en la tierra debe ser también la nuestra”. Cuando Josué, el anciano líder del pueblo de Dios, sintió que llegaba el final de su vida, exhortó a los dirigentes de la nación y a los israelitas (Jos. 23 y 24). Josué 23 se centra en el futuro y en cómo adorar exclusivamente a Dios.
El capítulo 24 repasa las demostraciones de fidelidad de Dios en el pasado para motivar a sus oyentes a rendir culto solo a él. Esta semana estudiaremos el primer discurso de Josué, en el que da una mirada retrospectiva a las victorias de Israel, pero traza al mismo tiempo el camino del éxito futuro para la nación.
Domingo 14 de diciembre
TODO SE CUMPLIÓ
¿Qué imagen conceptual presenta Josué 21:43-45 acerca de Dios? ¿Cómo se aplican estas palabras no solo a la Tierra que fue pometida al pueblo de Dios en el pasado, sino también a la realidad de nuestra salvación (2 Tim. 2:11-13)? Estos versículos constituyen el clímax del libro y su resumen teológico, además de destacar uno de sus temas principales: la fidelidad al pacto de Dios, quien cumple sus promesas y sus juramentos. Esta breve sección también resume todo el contenido del libro hasta el momento. Josué 21:43 habla del reparto de la tierra y el establecimiento en ella (Jos. 13-21), mientras que Josué 21:44 se refiere a las victorias sobre los enemigos y al control obtenido sobre la tierra (Jos. 1-12).
Toda esta retrospectiva es contemplada a través del prisma de la fidelidad de Dios. Los israelitas debían recordar siempre que solo podrían reclamar las victorias sobre sus enemigos o la tierra como su herencia en virtud de la lealtad de Dios a su Palabra. Él les dio “toda la tierra” (Jos. 21:43, énfasis añadido), entregó “en sus manos a todos sus enemigos” (Jos. 21:44, énfasis añadido) y, “como había jurado a sus padres” (Jos. 21:44), “todo se cumplió” (Jos. 21:45, énfasis añadido). El uso repetido de la palabra kol, “todo”, seis veces en tres versículos (Jos. 21:43-45), enfatiza una vez más la verdad de que la tierra era el don de Dios y de que Israel no podía atribuirse el mérito de haberla recibido. Dios juró darles la tierra y fue él quien “entregó en sus manos a todos sus enemigos”. Todo el éxito de Israel había de atribuirse únicamente a la iniciativa divina y a la fidelidad de Dios.
Lo mismo ocurre con nuestra salvación: “Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe” (Efe. 2:8, 9). De hecho, Pablo también escribió lo siguiente haciendo hincapié en la fidelidad de Dios: “Es palabra fiel: Si morimos con él, también viviremos con él. Si sufrimos, también reinaremos con él. Si lo negamos, él también nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel; no puede negarse a sí mismo” (2 Tim. 2:11-13). ¿De qué manera la fidelidad de Dios nos da la seguridad de que ninguna de sus promesas acerca del futuro fallará? (Ver 1 Cor. 10:13; 2 Cor. 1:18-20).
Lunes 15 de diciembre
UNA SEÑAL DE PREOCUPACIÓN
La gloriosa conclusión de toda la sección (Jos. 21:43-45) lleva implícita la aseveración de que la obediencia a Dios es la condición para el cumplimiento de lo que prometió. El éxito nunca debe darse por sentado; siempre está ligado a la obediencia a la Palabra de Dios. Así, la adjudicación de la tierra, además de ser la demostración de la fidelidad de Dios para con Israel (Neh. 9:8), dejaba lugar para un futuro desarrollo que dependería de la actitud de Israel. ¿Sería este capaz de asegurar lo logrado? Lee Josué 23:1-5. ¿Cuáles son los puntos principales de la introducción de Josué? En su discurso, el ya anciano Josué transfiere a su público la finalización de la misión que Dios le había encomendado. Describe cómo fue posible la conquista de la tierra: el Señor luchó por ellos. Aunque, a causa de su infidelidad e incredulidad, los israelitas se vieron envueltos en guerras después del Éxodo, no fue gracias a su poder militar, sino a la intervención de Dios, como consiguieron poseer la tierra.
Dios había dado a Israel reposo de sus enemigos, pero quedaban algunas naciones a las que todavía había que desposeer. La victoria no era una realidad consumada e inmutable para Israel, sino una posibilidad siempre presente mediante la confianza constante en la fiel ayuda divina. ¿Qué similitudes existen entre la manera en que los israelitas conquistaron Canaán bajo el liderazgo de Josué y la forma en que los cristianos pueden vivir hoy una vida espiritual victoriosa? Lee Josué 23:10; Colosenss 2:15; 2 Corintios 10:3-5; Efesios 6:11-18. Las victorias de los israelitas no podían ser atribuidas a su fuerza y estrategia.
Del mismo modo, la victoria espiritual sobre el pecado y la tentación ha sido asegurada a través del sacrificio y la resurrección de Jesucristo, pero el pueblo de Dios debe hoy confiar constantemente en la habilitación del Espíritu Santo a fin de vivir una vida triunfante. ¿Por qué nos sigue resultando tan fácil pecar a pesar de contar con tantas promesas maravillosas?
Martes 16 de diciembre
LÍMITES DEFINIDOS
Utilizando las mismas palabras que se le dirigieron al principio del libro (Jos. 1:7, 8), Josué afirmó que la tarea que aguardaba a Israel no era principalmente de naturaleza militar, sino espiritual. Tenía que ver con la obediencia a la voluntad de Dios revelada en la Torá. ¿Por qué adoptó Josué una postura tan firme acerca de las relaciones de Israel con las naciones circundantes? (Jos. 23:6-8, 12, 13). El peligro al que Israel se enfrentaba no era la enemistad de las naciones restantes, sino su amistad. Las armas de ellas no representaban tal vez un desafío para Israel, pero su ideología y sus valores (o su falta de ellos) podrían resultar más dañinos que cualquier fuerza militar. Josué llamó la atención de los líderes al hecho crucial de que el conflicto en el que se habían visto envueltos era primordialmente, y en última instancia, espiritual. Por lo tanto, Israel debía preservar su singular identidad.
La prohibición de invocar el nombre de un dios, jurar por él y servirlo o inclinarse ante él tenía que ver con la idolatría. En el antiguo Cercano Oriente, el nombre de una deidad representaba su presencia y su poder. Invocar o mencionar los nombres de los dioses en los saludos cotidianos o en las transacciones comerciales significaba reconocer su autoridad y contribuía a que los israelitas buscaran su poder en tiempos de necesidad (comparar con Jue. 2:1-3, 11-13). El peligro de casarse con los cananeos que quedaban en la tierra consistía en que Israel perdiera su pureza espiritual. La intención de la amonestación de Josué no era promover la pureza racial o étnica, sino evitar la idolatría, que podía conducir al colapso espiritual de Israel. El caso de Salomón es un ejemplo dramático de las tristes consecuencias espirituales de los matrimonios mixtos (1 Rey. 3:1; 11:1-8).
En el Nuevo Testamento, se exhorta firmemente a los cristianos a no unirse en matrimonio con no creyentes (2 Cor. 6:14), aunque, en el caso de los matrimonios existentes, Pablo no aconseja al cónyuge creyente que se divorcie del incrédulo, sino que lleve una vida cristiana ejemplar con la esperanza de ganar al no creyente para el Señor (1 Cor. 7:12-16). La advertencia de Josué contra las asociaciones perjudiciales conduce inevitablemente a la cuestión de la relación del cristiano con el “mundo”. ¿Cómo podemos mantener una relación equilibrada con la sociedad que nos rodea? 141
Miércoles 17 de diciembre
LA IRA DEL SEÑOR
¿Cómo debemos interpretar las descripciones de la ira de Dios y su justicia retributiva en Josué (Jos. 23:15, 16) y en otras partes de las Escrituras? (Ver también Núm. 11:33; 2 Crón. 36:16; Apoc. 14:10, 19; 15:1). Israel ya había experimentado la ira del Señor durante su travesía por el desierto (Núm. 11:33; 12:9) y en la Tierra Prometida (Jos. 7:1), y era plenamente consciente de las consecuencias de provocar la ira de Dios al quebrantar el pacto. Estos versículos representan el clímax de la severidad de la retórica de Josué. Resulta chocante oír que el Señor destruiría a Israel, ya que el mismo término se había utilizado anteriormente para referirse a la aniquilación de los cananeos.
Tan cierto como que las promesas del Señor se habían cumplido fielmente en cuanto a la bendición de Israel, las maldiciones del pacto (Lev. 26; Deut. 28) también se harían realidad si los israelitas lo quebrantaban. A la luz del despojo y la destrucción de los cananeos, estos versículos demuestran una vez más que Dios es, en última instancia, el Juez de toda la tierra. Él declara la guerra al pecado independientemente de dónde se encuentre este. Israel no fue santificado ni adquirió méritos especiales por participar en la guerra santa, como tampoco los adquirieron las naciones paganas cuando más tarde se convirtieron en el medio del juicio utilizado por Dios contra la nación elegida. Israel debía decidir si haría de las gloriosas certezas del pasado el fundamento para afrontar el futuro.
A primera vista, la enseñanza bíblica acerca de la ira de Dios parece incompatible con la afirmación de que él es amor (Juan 3:16; 1 Juan 4:8). Sin embargo, es precisamente a la luz de la ira de Dios como la doctrina bíblica de su amor adquiere mayor relevancia. En primer lugar, la Biblia presenta a Dios como amoroso, paciente, abnegado y dispuesto a perdonar (Éxo. 34:6; Miq. 7:18). Sin embargo, en el contexto de un mundo afectado por el pecado, la ira del Señor es la respuesta de su santidad y justicia ante el pecado y el mal. Su ira nunca es una reacción emocional vengativa e impredecible. El Nuevo Testamento enseña que Cristo se hizo pecado por nosotros (2 Cor. 5:21) y que hemos sido reconciliados con Dios mediante su muerte (Rom. 5:10). Quien crea en él no tendrá que hacer frente a la ira de Dios (Juan 3:36; Efe. 2:3; 1 Tes. 1:10). El concepto de la ira de Dios lo presenta como el Juez Justo del universo que defiende la causa de la justicia (Sal. 7:11; 50:6; 2 Tim. 4:8).
Jueves 18 de diciembre
AFÉRRATE A DIOS
La única forma en que Israel podía evitar la tentación de la idolatría y la ira de Dios no era recordando constantemente lo que el pacto estipulaba que no debía hacer, sino fomentando una lealtad consciente y constante al Señor. El mismo verbo traducido como “fueron fieles” al Señor (ver Deut. 4:4), se utiliza también para describir el pacto matrimonial que se pretendía que existiera entre los cónyuges (Gén. 2:24) o la lealtad de Rut a Noemí (Rut 1:14). Es importante señalar que, según la evaluación de Josué, tal fidelidad había caracterizado a Israel como nación “hasta el día de hoy”. Lamentablemente, la misma afirmación no sería aplicable a períodos posteriores de la historia de Israel, como tristemente demuestra el libro de Jueces (Jue. 2:2, 7, 11; 3:7, 12; 4:1, etc.). Josué exhorta a Israel a amar al Señor, su Dios (Jos. 23:11; comparar con Deut. 6:5).
El amor no puede forzarse; si así fuera, dejaría de ser lo que esencialmente es. Ahora bien, ¿en qué sentido es posible requerir el amor de alguien? Para que Israel pudiera disfrutar continuamente de las bendiciones del pacto, debía permanecer fiel a Dios. El texto hebreo de Josué 23:11 es extremadamente enfático: “Tengan sumo cuidado, por la vida de ustedes, de amar al Señor su Dios” (NBLA). La palabra ‘‘ahabah, “amor”, puede referirse a una amplia gama de afectos humanos, como el apego amistoso, la intimidad sexual, la ternura maternal, el amor romántico y la lealtad a Dios. Si entendemos el amor a Dios como un compromiso consciente y como devoción a él, es posible exigirlo sin violar su verdadera esencia (comparar con Juan 13:34). Dios siempre quiso que la obediencia a sus mandamientos surgiera natural y espontáneamente de una relación personal con él (Éxo. 19:4 [“los he traído a mí”]; Deut. 6:5, comparar con Mat. 22:37), basada en lo que él hizo por su pueblo como demostración de su gran misericordia y amor.
El mandamiento de amar a Dios también expresa la naturaleza mutua, pero no simétrica, del amor divino. Dios desea entrar en una relación íntima y personal con cada persona que corresponda a su amor. En consecuencia, su amor para con todos constituye el marco para la manifestación de nuestro amor voluntario y mutuo. Jesús dio un mandamiento nuevo a sus discípulos. ¿En qué sentido era este mandamiento nuevo y antiguo al mismo tiempo? Lee Juan 13:34; 15:17; 1 Juan 3:11; comparar con Lev. 19:18.
Viernes 19 de diciembre
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee las páginas 559-561 del capítulo “Las últimas palabras de Josué” en el libro Patriarcas y profetas, de Elena de White. “Satanás engaña a muchos con la plausible teoría de que el amor de Dios por sus hijos es tan grande que excusará el pecado de ellos; asevera que si bien las amenazas de la Palabra de Dios están para servir a ciertos propósitos en su gobierno moral, nunca se cumplirán literalmente. Pero en todos sus tratos con los seres que creó, Dios ha mantenido los principios de la justicia mediante la revelación del pecado en su verdadero carácter; demostró que sus verdaderas consecuencias son la miseria y la muerte. Nunca existió el perdón incondicional del pecado, ni existirá jamás. Un perdón de esta naturaleza sería el abandono de los principios de justicia que constituyen los fundamentos mismos del gobierno de Dios.
Llenaría de consternación al universo inmaculado. Dios ha indicado fielmente los resultados del pecado, y si estas advertencias no fuesen la verdad, ¿cómo podríamos estar seguros de que sus promesas se cumplirán? La así llamada benevolencia que quisiera hacer a un lado la justicia, no es benevolencia, sino debilidad. “Dios es el Dador de la vida. Desde el principio, todas sus leyes fueron ordenadas para perpetuar la vida. Pero el pecado destruyó sorpresivamente el orden que Dios había establecido, y como consecuencia vino la discordia. Mientras exista el pecado, los sufrimientos y la muerte serán inevitables. Únicamente porque el Redentor llevó en nuestro lugar la maldición del pecado puede el hombre esperar escapar, en su propia persona, a sus funestos resultados” (Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 560, 561).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. Rememora las evidencias de la fidelidad de Dios en tu vida. ¿Qué puedes señalar al respecto? Al mismo tiempo, ¿cómo respondes cuando las cosas no resultan como esperabas o pedías en oración, o cuando las promesas reclamadas se encuentran con el silencio?
2. Analiza la enseñanza bíblica acerca de la ira de Dios. ¿Cómo presentarías la ira del Señor como parte del evangelio?
3. ¿Qué principios puedes extraer de la lección de esta semana respecto a la relación con los no creyentes? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio entre nuestra fidelidad a los principios y prácticas correctas y nuestra relación con las personas para servirles y velar por su bienestar?
4. ¿Qué obstáculos te impiden aferrarte al Señor de todo corazón?
