Lee para el estudio de esta semana
Isaías 6: 6-8; Génesis 3: 21-24; Ezequiel 1: 4-14; Apocalipsis 4: 1-11; Números 2: 3-25; Isaías 14: 12-14.
Para memorizar
Este pasaje expresa la disposición del profeta Isaías a aceptar el llamado de Dios para cumplir su misión, simbolizando la voluntad de responder con amor y obediencia al llamado divino.
El derecho de Dios a gobernar el universo se basa en su posición como Creador de todas las cosas, como se afirma en Apocalipsis 4:11:
"Tú eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas."
Este versículo revela que toda la creación le pertenece a Dios y que su autoridad para gobernar es legítima debido a su carácter y poder como Creador.
Al descubrir el carácter justo de Dios, comenzamos a entender cómo y por qué los seres humanos, que son pecadores, carecen de su gloria, tal como expresa Romanos 3:23:
"Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios."
Este pasaje subraya que la gloria de Dios es el estándar de perfección y justicia, y que la humanidad, debido al pecado, ha caído lejos de esa gloria.
Esta semana nos adentraremos más en la visión de la sala del Trono y consideraremos cómo se relaciona la humanidad con un Dios santo, y cómo el sacrificio de Cristo nos restaura y nos acerca al Trono. Dios planea restaurarnos no solo como individuos, sino también como humanidad, para que volvamos a reflejar su gloria ante toda la Creación. La Biblia contiene importantes pistas que ayudan a entender y apreciar el elevado llamado que Dios nos ha extendido a los pecadores perdonados y redimidos.
La rebelión humana llegará para siempre a su fin y, más que eso, el carácter amoroso y abnegado de Dios brillará incluso con mayor intensidad que en su diseño original para la humanidad. Aunque Dios nunca quiso que la humanidad cayera, a través de la Cruz ha revelado su amor de una manera extraordinaria. Como dice Isaías 14:12-14:
"¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! ¿Cómo fuiste cortado por tierra, tú que weakening a las naciones? Tú que decías en tu corazón: ‘Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo’. Pero tú serás llevado a Seol, a los lados de la abominación."
Este pasaje muestra la caída de Satanás, pero también revela cómo el amor de Dios se extiende para redimir incluso a su adversario y a los que se apartan de su camino.
Domingo, Mayo 11
«Aquí estoy, envíame a mí»
Hace años, una iglesia decidió renovar un antiguo sótano a fin de que sirviera como un espacio para la confraternización. Una de las primeras cosas que hicieron fue instalar nuevas luces, con la esperanza de que el lugar luciera mejor. Sin embargo, la nueva iluminación le daba peor aspecto, pues revelaba las imperfecciones que antes pasaban inadvertidas.
La asombrosa visión que Isaías tuvo del Trono de Dios lo hizo dolorosamente consciente de sus defectos: «¡Ay de mí, que soy muerto! Porque soy hombre de labios impuros, que vivo entre un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso», se lamentó (Isa. 6: 5). Sentiríamos lo mismo si estuviéramos de pronto ante el Señor. Su luz es suficientemente intensa como para disipar todas nuestras excusas. En su presencia, sentimos que estamos perdidos. Isaías recibió la sorpresa más grande de su vida.
Lee Isaías 6: 6-8. El profeta sabía que el pecado significa nuestra ruina y que su resultado es la muerte, pero en lugar de abandonarnos a las consecuencias de la transgresión, nuestro amoroso Dios nos acerca a él. ¿Cómo terminó ese encuentro de Isaías con Dios y por qué es eso importante?
Isaías fue purificado de su pecado cuando un serafín tomó un carbón del altar y tocó con él la boca del profeta. Probablemente se trataba del altar del incienso, donde se intercedía por el pueblo de Dios (ver Apoc. 8: 3-4). Sus pecados habían sido perdonados y ahora se lo consideraba apto para estar en la presencia de Dios; pero, además, se le había encomendado que representara a Dios ante el mundo.
Curiosamente, la palabra serafín significa «el que arde». Observa la descripción que hace Jesús del ministerio de Juan el Bautista en Juan 5: 35: «Juan era una antorcha que ardía y alumbraba. Y ustedes quisieron recrearse por un momento a su luz». Aunque Juan mismo era un pecador necesitado de gracia y salvación, su ministerio señalaba al Único que podía traer gracia y salvación.
Jesús vino como la representación perfecta de la gloria del Padre, y Dios envió a un profeta, un pecador, a realizar una tarea similar a la de uno de los serafines del Cielo.
Solo cuando Isaías supo que su pecado había sido limpiado, dijo: «¡Aquí estoy! Envíame a mí». ¿Cómo puede cada uno de nosotros, tras ser expiados nuestros pecados por la sangre de Jesús, responder como Isaías?
Lunes, Mayo 12
Los dos querubines
Tan pronto como nuestros primeros padres fueron expulsados del Edén, Dios ofreció la esperanza del Mesías (Gén. 3: 15). Estableció entonces un poderoso símbolo a las puertas del Edén: dos querubines con una destellante luz entre ellos. No debe perderse de vista el hecho de que esta escena se asemeja al Arca del Pacto, símbolo del Trono de Dios (Éxo. 25: 18-22).
Lee Génesis 3: 22-24. ¿Qué tarea se encomendó a los querubines y por qué?
Si bien es cierto que los querubines tenían la responsabilidad de impedir que los pecadores accedieran al Árbol de la Vida (Gén. 3: 22), también eran un símbolo de esperanza, de la promesa de que un día los seres humanos volverían al Paraíso. «El huerto del Edén permaneció en la tierra mucho tiempo después que el hombre fuera expulsado de sus agradables senderos (véase Gén. 4: 16). Durante mucho tiempo después, se le permitió a la raza caída contemplar de lejos el hogar de la inocencia, cuya entrada estaba vedada por los vigilantes ángeles. En la puerta del paraíso, custodiada por querubines, se revelaba la gloria divina. Allí iban Adán y sus hijos a adorar a Dios. Allí renovaban sus votos de obediencia a aquella ley cuya transgresión los había arrojado del Edén. […] Pero en la restitución final, cuando haya “un cielo nuevo, y una tierra nueva” (Apoc. 21: 1), será restaurado y más gloriosamente embellecido que al principio» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 41).
Génesis 3: 24 es también interesante en otro sentido: la palabra hebrea traducida allí como «puso» (shakan) es la misma que designa el Tabernáculo, o Santuario (ver Éxo. 25: 8-9; Núm. 3: 26), donde Dios moraba (shakan) con su pueblo. Aunque el sustantivo shekinah (derivado de shakan), como designación de la presencia de Dios, no aparece en la Biblia, la raíz del término designa el Santuario (la morada de Dios con su pueblo) y aparece en Génesis 3: 24: «Dios puso (heb. shakan) querubines al oriente del Jardín del Edén».
La Biblia asocia a los querubines con la presencia de Dios (ver 1 Crón. 13: 6; Sal. 80: 1; Isa. 37: 16), en particular con su Trono, el lugar donde es proclamado su nombre. En tal sentido, los 24 ancianos que están ante el Trono de Dios en Apocalipsis 4 y 5 lo alaban y reconocen su derecho a gobernar como Creador de todas las cosas (Apoc. 4: 11). Esto puede ayudarnos a entender la escena de la sala del Trono y nuestro papel como pecadores perdonados en relación con nuestro Hacedor.
Martes, Mayo 13
Como carbones encendidos
Los querubines, ya sea como seres vivientes (Ezequiel 10: 8-22) o como símbolos hechos de oro (Éxo. 25: 18), aparecen a lo largo de todo el Antiguo Testamento. A menudo se los representa junto al Trono de Dios, desde donde la gloria de él se irradia al universo. Los querubines también están bordados en la cortina que está delante del Lugar Santísimo (Éxo. 26: 1). En el libro de Salmos, el poder supremo de Dios sobre la Creación es representado poéticamente mediante la imagen de querubines que transportan a Dios en el aire (Sal. 18: 10). Dios ordenó que el Arca del Pacto estuviera coronada por dos querubines de oro macizo con sus alas extendidas hacia adelante y uno frente al otro (Éxo. 25: 18-20).
Lee Ezequiel 1: 4-14. ¿Qué similitudes ves entre este pasaje y las escenas representadas en Isaías 6: 1-6 y Apocalipsis 4: 1-11?
Ezequiel se encuentra ante un impresionante despliegue del poder de Dios.
Martes, Mayo 13 (continuación)
Lee Ezequiel 1: 4-14. ¿Qué similitudes ves entre este pasaje y las escenas representadas en Isaías 6: 1-6 y Apocalipsis 4: 1-11?
Ezequiel se encuentra ante un impresionante despliegue del poder de Dios. Se trata de una escena que coincide con la difícil situación en la que se encontraba el pueblo de Dios en ese momento. El pueblo elegido no estaba en la Tierra Prometida, sino en el cautiverio, en Babilonia. Mientras Ezequiel analiza la escena que se le presenta, mira hacia arriba, y ve el Trono de Dios por encima de todo.
Obsérvense las importantes similitudes con otras visiones del «Trono». Los seres vivientes que ve Ezequiel tienen los mismos rostros que los de la visión de Juan: cara de león, de águila, de buey y de hombre.
Las misteriosas criaturas de cuatro caras no son nombradas específicamente en la descripción inicial de Ezequiel, pero más tarde, en otra escena de la sala del Trono (ver Eze. 10: 1-21), se los llama «querubines». También encontramos en la escena los carbones encendidos de la visión de Isaías acerca de los serafines. Los rostros de estos son iguales a los de los seres vivientes mencionados en la visión de Juan.
Siempre que vemos el Trono de Dios, ya sea en el Arca del Pacto, que sirvió como lugar de encuentro de Dios con Moisés (Éxo. 25: 22), o en las impresionantes visiones de los profetas, los querubines aparecen allí y están íntimamente ligados al Trono de Dios. Todas las criaturas de Dios fueron diseñadas para reflejar su gloria, tanto los seres humanos, hechos a su imagen, como los seres angélicos, que están junto a su glorioso Trono.
«Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso» (Apoc. 4: 8). ¿Cómo te ves en comparación con la santidad de la que Ezequiel es testigo aquí? ¿Qué te dice tu respuesta acerca de tu necesidad del evangelio?
Ampliación de las citas bíblicas:
Isaías 6: 1-7 (Ampliado)
En el año en que murió el rey Uzías, vi al Señor sentado en un trono alto y sublime, y sus mantos llenaban el templo. Por encima de él había serafines, cada uno con seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y clamaban uno a otro:
“¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria!”
Y el quicio del lugar se estremeció con la voz de los que clamaban, y la casa se llenó de humo. Entonces dije:
“¡Ay de mí! Estoy perdido, porque soy hombre de labios inmundos, y en esta nación habito, y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos”.
Y uno de los serafines voló hacia mí, llevando en su mano un carbón encendido que había tomado del altar con unas tenazas. Tocó con él mi boca y dijo:
“¡He aquí que esto ha tocado tus labios; tu maldad ha sido quitada, y tu pecado ha sido perdonado.”
Apocalipsis 4: 1-11 (Ampliado)
Después de estas cosas, miré, y he aquí, una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta que hablaba conmigo, diciéndome:
“Ven acá, y te mostraré las cosas que deben suceder después de estas”.
Al instante, estuve en el Espíritu, y he aquí, un trono en el cielo, y en el trono, uno sentado.
El que estaba sentado era semejante en aspecto a una piedra de jaspe y de cornalina; y en torno al trono había un arco iris, que parecía como una esmeralda.
Alrededor del trono había veinticuatro tronos, y en ellos, sentados, veinticuatro ancianos, vestidos de blanco, con coronas de oro en sus cabezas.
Desde el trono salían relámpagos, truenos y voces; y había siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono, que son los siete espíritus de Dios.
Y en medio del trono, y en derredor del trono, había cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás, que no descansan día y noche diciendo:
“¡Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, quien era, y que es, y que ha de venir!”
Y cuando los seres vivientes dan gloria, honor y gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.
Miércoles, Mayo 14
Dios entre su pueblo
En el desierto, la presencia de Dios en la nube guiaba a su pueblo durante su viaje a la Tierra Prometida y hacía que se detuvieran en el lugar indicado por él y levantaran allí el Tabernáculo, alrededor del cual las tribus acampaban distribuyéndose a razón de tres por cada lado. Dios descendía entonces y se instalaba en el Lugar Santísimo, en medio de su pueblo.
Había una tribu principal en cada uno de los cuatro lados del Tabernáculo. Según Números 2, ¿cuáles eran las cuatro tribus principales?
Números 2: 3 (este): Judá (Números 2:3: “Los hijos de Judá en bandada de sus estandartes, y su ejército era el primero, y su ejército era el primero en orden de batalla.”)
Números 2: 10 (sur): Rubén (Números 2:10: “Los hijos de Rubén en bandada de sus estandartes, y su ejército era el segundo en orden de batalla.”)
Números 2: 18 (oeste): Efraín (Números 2:18: “Los hijos de Efraín en bandada de sus estandartes, y su ejército era el tercero en orden de batalla.”)
Números 2: 25 (norte): Dan (Números 2:25: “Los hijos de Dan en bandada de sus estandartes, y su ejército era el cuarto en orden de batalla.”)
Nota que cada una de esas cuatro tribus enarbolaba su propio «estandarte», o bandera especial, para identificarse. Aunque las Escrituras no son explícitas en cuanto a lo que había en cada bandera, existe una tradición interesante (basada en las características descritas en Gén. 49 y Deut. 33) que asigna una cara a cada una de esas tribus: «Según la tradición rabínica, el estandarte de Judá tenía la figura de un león; el de Rubén, la de un rostro humano; el de Efraín, la figura de un buey; y el de Dan, la de un águila; de modo que las cuatro criaturas vivientes descritas por Ezequiel estaban representadas en estos cuatro estandartes» (Carl Friedrich Keil y Franz Delitzsch, Commentary on the Old Testament [Peabody: Hendrickson, 2011], t. 1, p. 660).
Es posible leer demasiado en la tradición, pero sigue siendo interesante comparar esta con la descripción bíblica de la Nueva Jerusalén, ya que hay puertas que representan a tres tribus en cada uno de los cuatro lados de la ciudad (Apoc. 21:12-13).
Las descripciones del campamento de Israel y de la Nueva Jerusalén subrayan un hecho crucial: Dios pretende acercar a la humanidad a su Trono. Apocalipsis nos enseña que «su templo es el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero» (Apoc. 21:22).
Aunque ciertamente no estamos en el campamento de Israel, ¿cómo podemos acercarnos a la presencia de Dios?
Jueves, Mayo 15
La caída de Lucifer
Resulta difícil entender que Lucifer ocupara una vez el puesto de querubín protector, una posición exaltada junto al Trono de Dios. Seguramente su existencia habría ayudado a revelar la gloria de Dios al universo. En lugar de eso, comenzó a anhelar la gloria para sí, no para su Creador; o, para ser más precisos, empezó a imaginar que no se le estaba dando la consideración que merecía.
Lee Ezequiel 28: 11 al 17 e Isaías 14: 12 al 14. ¿Qué provocó la caída de Lucifer? Compara estos pasajes con Apocalipsis 14: 1 al 12. ¿Cómo influye el contraste entre la caída de Lucifer y la elevada posición de la humanidad en Cristo en tu comprensión de lo que ocurre en Apocalipsis 14?
Ezequiel 28:11-17:
“Palabra de Jehová vino a mí, diciendo: Hijo de hombre, levanta un lamento sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho el Señor Jehová: Tú, sello de perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. Estabas en Edén, monte de Dios; de toda piedra preciosa era tu vestidura, de carbunclo, topacio, diamante, berilo, onice, jaspe, zafiro, crisólito y oro. Estabas en el monte de Dios, en medio de las piedras de fuego. Perfecto eras en tus caminos, desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de tu abundancia de comercio, se llenó tu interior de violencia, y pecaste; por eso te arrojé del monte de Dios, y te despedí, oh querubín protector, de en medio de las piedras de fuego. Tu corazón se enalteció a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; a causa de tu perfección, te arrojé por tierra, y te entregué en presencia de reyes, para que miren en ti.”
Isaías 14:12-14:
“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: ‘Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo’.”
¿Y cómo influye esto en tu comprensión de Apocalipsis 14? La caída de Lucifer revela cómo la arrogancia y la autoexaltación llevan a la destrucción, en contraste con el propósito de Dios de elevar a la humanidad en Cristo, quienes, a través de la redención, podrán ser elevados y restaurados a su propósito original.
Observa cómo Lucifer fue expulsado del Monte Santo mientras que los redimidos están en el monte Sion con el Cordero de Dios. Se dice que Lucifer estuvo en el Edén; la humanidad también estuvo allí una vez, pero en contraste con el destino de Satanás, ella está siendo restaurada por medio de Cristo para volver al paraíso (ver Apoc. 22: 1-3).
En este contexto, la siguiente cita de Elena G. de White es muy instructiva: «Las vacantes que se produjeron en el cielo por la caída de Satanás y sus ángeles serán llenadas por los redimidos del Señor» (La verdad acerca de los ángeles, p. 53).
Los redimidos estarán en el Cielo solamente gracias al evangelio. De hecho, el tema de la Redención se encuentra representado de una manera gráfica en la sala del Trono descrita en Apocalipsis 4 y 5. Por ejemplo, los ángeles exclaman: «Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación» (Apoc. 5:9, RVR 1960). ¡Qué imagen del evangelio! La muerte de Jesús hizo posible la redención de la humanidad.
Observa también cómo refleja el lenguaje allí usado el mensaje del primer ángel, en el que se nos llama a predicar «el evangelio eterno […] a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo» (Apoc. 14:6). Qué poderosa representación de lo que Cristo ha hecho por el mundo. No hay un solo ser humano en la historia de la Tierra por quien Cristo no haya muerto. Los seres humanos solo necesitan conocerlo y aceptarlo.
¿Cuál es nuestro papel como iglesia y como individuos en la tarea de dar a conocer a las personas lo que Cristo ha hecho por ellas?
Viernes, Mayo 16
Para estudiar y meditar
Lee el capítulo titulado «El fin del Conflicto», en el libro El conflicto de los siglos (pp. 643-657), de Elena G. de White.
Satanás, quien fue una vez un querubín protector, trató de destruir la confianza en el Trono de Dios. Dios ha permitido que los ángeles caídos continúen en su rebelión para mostrar al universo las profundidades de la maldad resultante de la autoexaltación. Y, aunque Satanás logró engañar a la humanidad para que se le uniera en su guerra contra Dios, Cristo lo derrotó completamente en la Cruz, asegurando un lugar para la humanidad donde una vez estuvieron los ángeles que cayeron. A través de su fe en Cristo, los pecadores rechazan públicamente las mentiras y engaños de Satanás. El escenario final es, en cierto modo, una revelación aún mayor de la bondad y el amor de Dios que la que existía antes de la caída de Lucifer. Aunque Dios nunca quiso que existiera el mal y este es una tragedia de consecuencias eternas, cuando todo haya terminado, la bondad y el amor de Dios se revelarán como no lo habrían hecho si no hubiera surgido el mal.
Cristo «echa una mirada hacia los redimidos, transformados a su propia imagen, y cuyos corazones llevan el sello perfecto de lo divino y cuyas caras reflejan la semejanza de su Rey. Contempla en ellos el resultado de las angustias de su alma, y está satisfecho. Luego, con voz que llega hasta las multitudes reunidas de los justos y de los impíos, exclama: “¡Contemplad el rescate de mi sangre! Por estos sufrí, por estos morí, para que pudiesen permanecer en mi presencia a través de las edades eternas”. Y de entre los revestidos con túnicas blancas en torno del trono, asciende el canto de alabanza: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apoc. 5:12)» (Elena G. de White, El conflicto de los siglos, p. 651).
Preguntas para dialogar:
¡Imagina lo que significaría estar ante Dios con cada error cometido, cada defecto de carácter, cada acto indebido, cada pensamiento incorrecto, cada motivo inaceptable totalmente expuesto ante él! ¿Qué merecerías justa y legítimamente? ¿Cuál es entonces tu única esperanza? ¿Por qué necesitamos desesperadamente «la justicia de Dios, por medio de Jesucristo, por la fe, para todos los que creen en él» (Rom. 3:22) cubriéndonos ahora y especialmente en el Juicio, cuando más la necesitamos? En resumen, ¿por qué necesitamos el evangelio?
Juan el Bautista, como hemos visto, desempeñó el papel de un serafín: una lámpara ardiente y brillante (ver Juan 5:35). Fue, por supuesto, el precursor de Cristo, y quien anunció la primera aparición del Mesías. ¿De qué manera el pueblo de Dios de los últimos días desempeña un papel profético similar?
Explora un recorrido temático por los eventos clave de la historia de Israel, desde las plagas de Egipto hasta la construcción del Tabernáculo, con el objetivo de extraer lecciones prácticas y espirituales aplicables a la vida del creyente de hoy. Este estudio bíblico en PDF y en línea busca mostrar cómo la historia de Israel sirve como advertencia e instrucción, permitiendo comprender y aplicar sus principios espirituales en nuestra vida cotidiana. Incluye una introducción y trece lecciones detalladas: desde la opresión y el nacimiento de Moisés, pasando por la zarza ardiente, las plagas, la Pascua, la apertura del Mar Rojo, hasta el Pan y el Agua de Vida, el pacto en el Sinaí, cómo vivir la Ley, la apostasía e intercesión, la petición de ver la gloria de Dios, y finalmente, la construcción del Tabernáculo. Cada lección está disponible en PDF y en línea, facilitando el estudio personal, grupal o en clases bíblicas. Aprovecha estos recursos gratuitos para profundizar en la historia bíblica, fortalecer tu fe y entender cómo los principios de Israel pueden guiar y transformar tu vida espiritual hoy.
Lección 12: Para el 20 de septiembre de 2025
“TE RUEGO QUE ME MUESTRES TU GLORIA”
Sábado 13 de septiembre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA:
Éxodo 33:7-34:35; Deuteronomio 18:15, 18; Juan 17:3; Romanos 2:4; Juan 3:16; 2 Corintios 3:18.
PARA MEMORIZAR: “El Señor pasó ante Moisés y proclamó: ‘¡Señor! ¡Señor! ¡Dios compasivo y bondadoso, lento para la ira, y grande en amor y fidelidad! Que mantiene su invariable amor a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y no da por inocente al culpable; que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y los nietos hasta la tercera y cuarta generación’ ” (Éxo. 34:6, 7).
Todos necesitamos crecer en nuestra experiencia personal con Dios. El apóstol Pedro exhorta: “Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 3:18). Estamos diariamente en la universidad de Dios, donde no hay graduación, sino un constante proceso de aprendizaje. Puedes ser perfecto en cada etapa de tu desarrollo si permites que Dios te moldee a imagen de Cristo para convertirte en la persona que quiere que seas. Piensa en una escuela. Si los alumnos de primer grado aprenden a leer y a contar hasta 100, reciben una calificación aprobatoria porque su conocimiento es perfecto en esa etapa de su desarrollo. Sin embargo, si se detectara solo ese mismo nivel de conocimiento en un estudiante de secundaria, eso indicaría un fracaso colosal en su educación. Algo similar ocurre con nuestro crecimiento en la gracia y el conocimiento de Dios. En cada etapa de nuestro desarrollo, podemos ser tan perfectos en nuestra esfera como Cristo lo fue en la suya. Esta semana estudiaremos cómo fue creciendo Moisés en su experiencia con el Señor como resultado de conocer y seguir las instrucciones de Dios.
Domingo 14 de septiembre
LA TIENDA DE REUNIÓN
Lee Éxodo 33:7 al 11. ¿Por qué pidió Dios a Moisés que hiciera la tienda de reunión? No debemos confundir “la tienda de reunión” (ubicada fuera del campamento de Israel) con el Tabernáculo, que fue construido más tarde y colocado en el centro del campamento. No sabemos con qué frecuencia consultaba Moisés a Dios en la tienda de reunión. Sin embargo, sabemos con certeza que los encuentros de Moisés con Dios dieron lugar a una estrecha amistad entre ellos. “Y el Señor hablaba con Moisés cara a cara, como quien habla con su amigo” (Éxo. 33:11).
Un amigo es una persona cuya opinión podemos solicitar y con la que podemos hablar abiertamente de casi todo y confiar en que nunca revelará el contenido de nuestro diálogo a otros. La amistad es una de las mayores bendiciones que podemos disfrutar de parte de alguien y brindar a otros. La historia de Moisés, registrada en Éxodo 19 a 34, resulta muy instructiva acerca de cómo transforma Dios nuestra vida. ¿Cómo construyó Dios una relación con Moisés, ese líder excepcional? Un estudio de la vida de este muestra cómo creció en su conocimiento del poder, el amor y el carácter de Dios. Este es un componente crucial de una relación con el Señor. Moisés fue utilizado poderosamente por Dios aun antes de llegar al monte Sinaí, incluso mientras era preparado para su futuro papel especial de liderazgo.
En la tierra de Madián, mientras cuidaba ovejas, Dios lo inspiró para escribir dos libros: Job y Génesis. Luego, en el dramático acontecimiento de la zarza ardiente, fue llamado por Dios para sacar a Israel de Egipto. Vio la derrota de los dioses egipcios y del poderoso ejército del faraón en el Mar Rojo. Observó durante muchas semanas cómo Dios conducía a Israel desde Egipto hasta el Sinaí. Después de la experiencia que resultó en el resplandor de su rostro, Moisés guio a Israel durante otros 39 años hasta los límites de la Tierra Prometida.
La Biblia afirma que Moisés fue un siervo fiel de Dios (Deut. 34:5; Jos. 1:1), un faro inextinguible en la oscuridad, un profeta modelo a la luz del cual habrían de ser medidos los demás (Deut. 18:15, 18). Fue un agente de cambio, aunque el pueblo no siempre siguiera sus indicaciones y sus palabras. Cuando lo hacían, prosperaban. La excepcional historia de Moisés nos muestra lo que Dios puede hacer cuando le permitimos que nos transforme. ¿Cuáles fueron algunos momentos decisivos de tu experiencia con Dios en los que reconociste la forma en que él obró poderosamente en tu vida?
Lunes 15 de septiembre |
PARA QUE TE CONOZCA
Lee Éxodo 33:12 al 17. ¿Qué pidió Moisés al Señor? ¿Por qué requirió que la presencia de Dios los guiara? El crecimiento de Moisés en el Señor fue constante. Se acercaba cada vez más al Señor y procuraba asemejarse a él. Cierto día, mientras conversaba con Dios en la tienda del encuentro, Moisés se dio cuenta de que no lo conocía y le dijo concretamente: “Te ruego que me muestres tu camino, para que te conozca” (Éxo. 33:13). Él era consciente de su profunda necesidad de comprender a Dios en un nuevo nivel.
Descubrió que cuanto más conocía al Señor más lo desconocía. Reconoció su necesidad y deseó de todo corazón conocerlo mejor. Dios concedió de buen grado el deseo de Moisés. Al observar las experiencias de Moisés hasta ahora, vemos que fue atraído a una relación más profunda e íntima con el Señor y que creció espiritualmente. Para empezar, subió al monte “a presentarse ante Dios” (Éxo. 19:3). Luego fue “a la cumbre del monte” (Éxo. 19:20) y después se acercó a la nube, “la densa oscuridad” en la que Dios se encontraba (Éxo. 20:21, NVI).
En otra ocasión, Moisés “se internó en la nube” donde estaba Dios y permaneció con el Señor cuarenta días y cuarenta noches (Éxo. 24:18, NVI). Durante ese tiempo, Dios hizo a Moisés dos preciosos regalos: (1) el Decálogo, escrito por Dios mismo en las dos tablas cinceladas también por él (Éxo. 24:12), y (2) las instrucciones acerca de cómo construir el Tabernáculo y dotarlo del mobiliario correspondiente (ver Éxo. 25-31). Luego pasó otros cuarenta días y noches con el Señor intercediendo por los pecadores (Éxo. 32:30-32; Deut. 9:18).
Sin embargo, incluso después de todo esto, Moisés deseaba conocer el carácter de Dios de forma más concreta, y Dios pronto le dio una visión especial para que pudiera comprender quién es él. Este conocimiento que Moisés deseaba no era una mera comprensión intelectual acerca de Dios, sino un conocimiento vivencial de su persona. No es de extrañar que siglos más tarde Jesús dijera: “Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Juan 17:3). La máxima revelación que Dios hizo de sí mismo a los seres humanos consistió en hacerse uno de ellos. ¿Conoces a Dios, o solo sabes acerca de él? ¿Cuál es la diferencia crucial entre ambas cosas?
Martes 16 de septiembre
“TE RUEGO QUE ME MUESTRES TU GLORIA”
Tras la apostasía con el becerro de oro, Moisés intercedió por el pueblo de Dios y quiso tener la seguridad de que el Señor seguiría conduciéndolos a la Tierra Prometida. En lo más profundo de su ser, también deseaba conocer mejor al Señor. Lee Éxodo 33:18 al 23. ¿Cómo respondió Dios a la petición de Moisés de ver su gloria? “Te ruego que me muestres tu gloria”, pidió Moisés al Señor. En su misericordia, el Señor le reveló su gloria. Sin embargo, al responder a la petición de Moisés, Dios prometió mostrarle su “bondad”.
Se puede concluir con seguridad que la gloria de Dios es su bondad; es decir, su carácter (ver también Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 476; Palabras de vida del gran Maestro, p. 342; Profetas y reyes, p. 232). “La gloria de Dios consiste en otorgar su poder a sus hijos. Desea ver a los hombres alcanzar la más alta norma” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 438). Su gloria es abrazar a los pecadores arrepentidos (ver Profetas y reyes, p. 493) y proveer todo lo necesario para la transformación de ellos. Al mismo tiempo, es nuestra “gloria” revelar su carácter en nuestra vida y darlo a conocer a los demás.
Este reflejo del carácter de Dios, su bondad, amabilidad y tierno amor, debe verse en nuestras acciones. De esta manera, tenemos la oportunidad de ser no solo una bendición para el mundo, sino una luz resplandeciente para el universo que nos observa. Como dice Pablo: “Porque pienso que Dios nos asignó a nosotros los apóstoles el último lugar, como a sentenciados a muerte. Hemos llegado a ser un espectáculo para todo el universo, tanto para los ángeles como para los hombres” (1 Cor. 4:9).
Esta dimensión cósmica da a nuestra vida y a nuestro servicio un sentido y una finalidad que apenas podemos imaginar. En Romanos 2:4, Pablo dice que la bondad de Dios nos “guía al arrepentimiento”. Es decir, son la bondad y el carácter señaladas por el Espíritu Santo los que convencen a las personas de su pecaminosidad y de su necesidad de salvación. De hecho, cuando miramos a la cruz y sabemos quién estaba allí (el Señor mismo) y por qué estaba allí –porque nos ama y porque esa era la única manera de salvarnos–, tenemos la mayor revelación posible de su bondad y su carácter. ¿Cuánto tiempo dedicas a concentrarte en la cruz y en lo que ella te dice acerca del carácter de Dios?
Miércoles 17 de septiembre
DIOS SE REVELA
Lee Éxodo 34:1 al 28. ¿Cómo reveló Dios su gloria a Moisés? Moisés tenía que llevar consigo dos tablas de piedra como las que había roto (Éxo. 32:19). Iba a encontrarse con el Señor en el monte Sinaí por séptima vez. Sus ascensiones anteriores son mencionadas en los siguientes textos: (1) Éxo. 19:3, 7; (2) Éxo. 19:8, 14; (3) Éxo. 19:20, 25; (4) Éxo. 20:21; 24:3; (5) Éxo. 24:9, 12-18; 32:15; (6) Éxo. 32:30, 31.
Moisés comenzó su ascenso por la mañana temprano. Moisés ya estaba preparado para esta gloriosa visión del carácter divino, cuya belleza resulta más clara aún en virtud de esta impresionante revelación que el Señor hizo de sí mismo, la más importante descripción de quién es Dios, el hilo de oro entretejido en toda la Biblia (Núm. 14:18; Neh. 9:17; Sal. 103:8; Joel 2:13; Jon. 4:2).
La proclamación hecha aquí por el Señor es el Juan 3:16 del Antiguo Testamento. Los escritores bíblicos aplican, repiten o amplían en lugares cruciales esta autoproclamación del Dios vivo, pues es necesario que su carácter sea correctamente entendido. Cuando Moisés recibió la excepcional, inaudita e incomparable explicación del nombre de Dios, se postró y adoró al Señor. Cuando vislumbramos el amor, la gracia, la misericordia, la compasión, la bondad, la fidelidad, el perdón, la santidad y la justicia de Dios, también nos sentimos atraídos por él. Cuando vemos y admiramos sus cualidades excepcionales, comenzamos a experimentar un amor hacia él que hace nacer en nosotros el deseo de servirlo y serle obedientes. Puesto que él nos ama, nosotros también lo amamos (1 Juan 4:19).
En esta revelación de sí mismo, Dios asegura a Moisés que realizará hechos maravillosos en favor de su pueblo y que lo conducirá a la Tierra Prometida. Renueva además el pacto con ellos, prometiendo que otras naciones verán su majestad y su obra asombrosa. “Voy a concertar un pacto. Ante todo el pueblo haré maravillas nunca hechas en toda la tierra, en ninguna nación. Y todo el pueblo que te rodea verá la tremenda obra que yo, el Señor, haré por medio de ti” (Éxo. 34:10). Sin embargo, los israelitas debían obedecer a Dios y seguir diez estipulaciones claras para asegurar su prosperidad. Entonces Dios pidió a Moisés que escribiera el contenido de ese pacto previamente roto (Éxo. 34:27, 28).
Jueves 18 de septiembre
EL ROSTRO RADIANTE DE MOISÉS
Lee Éxodo 34:29 al 35. ¿Por qué resplandecía el rostro de Moisés? Moisés descendió al campamento de Israel con su rostro radiante después de que Dios le revelara su carácter amoroso. ¿Era Moisés consciente de ese fenómeno? En absoluto. Cuanto más cerca está uno del Señor, más consciente es de sus imperfecciones en comparación con la santidad de Dios. ¿Qué hizo resplandecer el rostro de Moisés? No fue el simple hecho de estar en la presencia de Dios, ya que había estado antes en varias ocasiones con él sin que ocurriera ese fenómeno.
Moisés fue transformado, y su rostro resplandeció cuando comprendió la bondad y la amabilidad de Dios, y fue completamente receptivo a él en respuesta a la belleza del carácter divino. Nuestros corazones y mentes pueden experimentar un cambio cuando nos rendimos a Dios y le permitimos ser el Señor y Rey de nuestra vida. Lee 2 Corintios 3:18. ¿Cómo puede Jesús transformarte gradualmente a su imagen? Pablo compara el rostro resplandeciente de Moisés con Jesucristo y dice que la gloria de este (en quien se personificaron la Ley y la gracia de Dios) supera la gloria de la Ley dada por medio de Moisés.
Cristo y su Ley solo pueden grabarse en nuestro carácter cuando fijamos los ojos en él (Heb. 3:1; 12:2) y en virtud del poder del Espíritu de Dios (2 Cor. 3:12-18). Moisés es un modelo que demuestra lo que Dios puede hacer por nosotros cuando le permitimos que transforme nuestro carácter y nos moldee a su imagen divina. A esto se refiere Pablo cuando habla de andar en la “nueva vida” (Rom. 6:4). ¿Qué áreas de tu carácter necesitan reflejar mejor el de Dios? Probablemente todas, ¿verdad? Sin embargo, ¿cómo puede darte ánimo y seguridad de salvación el hecho de centrarte en la cruz y en lo que ella significa?
Viernes 19 de septiembre |
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee cuidadosamente el capítulo titulado “La idolatría en el Sinaí” en el libro Patriarcas y profetas, de Elena de White, pp. 337-341. Cierto día sombrío, un padre y su hijo pequeño visitaron una catedral. Mientras contemplaban las vitrinas con bellas representaciones de escenas bíblicas, el sol comenzó de pronto a reflejarse intensamente en el rostro de los personajes, haciéndolos relucir de manera impresionante. El niño dijo entonces a su padre: “Papá, ¿quiénes son estas personas?” El padre no sabía mucho acerca del cristianismo, de Cristo o de sus discípulos, pero contestó rápidamente: “Esas personas son cristianos”.
La deslumbrante imagen quedó registrada en la mente del pequeño. Tiempo después, el profesor del niño preguntó en clase: “Niños, ¿saben quiénes son los cristianos?” El pequeño recordó la radiante imagen de la catedral y contestó: “Los cristianos son gente que brilla”. En la misma línea, Jesús dijo a sus seguidores: “Así alumbre la luz de ustedes ante los hombres, para que vean sus obras buenas y glorifiquen a su Padre que está en el cielo” (Mat. 5:16). Solo quienes brillan a causa de Dios y para él pueden ser agentes de cambio.
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. “Si nos humilláramos delante de Dios, si fuéramos bondadosos, corteses, compasivos y piadosos, habría cien conversiones a la verdad donde ahora hay una sola” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 152). ¿Qué poderoso mensaje hay aquí para nosotros acerca de cómo nuestro carácter, nuestras acciones y nuestras actitudes influyen en nuestro testimonio?
2. Éxodo 34:6 y 7 es llamado con razón el Juan 3:16 del Antiguo Testamento. ¿Por qué?
3. ¿Cómo puedes explicar la belleza del carácter divino sobre la base de la revelación registrada en Éxodo 34:6 y 7 a quienes te preguntan quién es tu Dios?
4. Dialoguen en la clase acerca del impacto hecho por el carácter y las acciones de las personas verdaderamente cristianas en nuestra experiencia con el Señor. Es decir, ¿cómo han influido en nosotros quienes fueron amables, gentiles, humildes y misericordiosos? Por otra parte, ¿qué impacto han tenido los “cristianos” poco amables, implacables y arrogantes en nuestra experiencia espiritual?